domingo, 2 de septiembre de 2007

JUEGOS

JUEGOS

Verónica resultó ser una buena compañera. Venía a casa de vez en cuando, comíamos algo y nos metíamos en la cama. Generalmente fumábamos un poco y recién después nos echábamos un polvo. Verónica sabía hacer las cosas. No me había equivocado al conocerla. Como no tenía tetas se desvivía por dar placer de cualquier manera para subsanar su falta. Era de ese tipo de minas que uno suele calificar como “muy putas”. No le decía que no a nada y lo mejor de todo era que proponía cosas. Tenía una batería de juguetes sorprendentes, que yo ni siquiera conocía, y que siempre traía con ella. Algunos estaban muy usados, gastados y a Verónica, no sé porqué, le gustaba compartir conmigo sus “recuerdos”.

- Este me lo regaló Pablo – me dijo un día mostrándome un artefacto diminuto
- ¿Qué mierda es eso?
- Mirá – me dijo – Esto yo me lo engancho en el clítoris y vos con este control remoto lo activás.
- Me estás jodiendo.
- NO! A Pablo le encantaba y a mi también. Lo usábamos siempre, pobrecito, mirá como está. Una noche fuimos a comer afuera y pedimos vino. Cenamos, tomamos una botella y nada. Yo pensaba, éste se olvidó. Pedimos otra botella de vino y ahí empezó la cosa. Cada vez que me metía la copa en la boca, apretaba el control remoto. Sumale a eso el efecto del vino. Para qué! Me volví loca. Así que cuando salimos yo estaba toda, pero toda mojada, era un charco y de tanto jadeo se ve que me descompuse, me bajó la presión y ni bien llegamos a casa me desmayé.
- Pero qué tiene esa cosita?
- Pará! No lo vas a creer. Cuando me desperté, lo tenía a Pablo encima mío, dale que dale.
- Te la puso cuando estabas desmayada?
- Tal cuál!
- Un enfermito.
- No, fue bárbaro, creo que esa noche entre el pituto este y Pablito habré acabado cien veces.
- Ponételo – le propuse
- Ahora me lo pongo, pero vamos a hacer algo. Un juego, una fantasía que siempre tuve.
- Lo que vos quieras – le dije mientras me ponía en pelotas.
- Me vas a matar
- ¿Cómo?
- Vamos a hacer de cuenta que me matás. Qué me disparás.
- Que te disparo?
- Sí. Vos sos un mafioso que venís a buscar unas fotos que me encargaste y nos ponemos a coger, y mientras cogemos hablamos de las fotos. Me las pedís, yo te pido el dinero, vos me lo das y cuando yo te doy las fotos, vos me matás.
- No entiendo
- Claro, me matás, pero en vez de dispararme, apretás el control remoto
- Ah…
- Dale.
- Dale.

Me metí en la cama y me la quedé mirando mientras se desvestía y se enganchaba el cosifai ese en la concha. Después buscó en el cajón y sacó una de sus bombachitas mínimas.

- No quiero que me saques la bombacha
- Puedo soportarlo, no te hagás problema. ¿fumamos un poquito?
- Hoy no. Quiero disfrutar esto sin nada en la cabeza.

Guardé el porrito y me quedé ahí tirado.

- Andá a lavarte los dientes – me ordenó

Siempre rompía los huevos con eso de los dientes, era una especie de manía que no podía combatir, así que fui hasta el baño y me los lavé mirándome al espejo. No pude evitar reírme de toda la situación. “¿qué me habrá visto esta mina?”, pensé. Podía estar con un millón de tipos mejores que yo, y sin embargo ahí estaba, anclada en un dos ambientes contrafrente con un looser total, profesor de geografía, alcohólico y resignado, a punto de ser “asesinada”. Me tiré un pedo.

- Te escuché! ¿es necesario que hagas eso constantemente?
- No sé si es necesario, pero es natural, y sumamente placentero. Si no me los tiro me hacen doler el pecho y pienso que está por dar un ataque al corazón. Además ¿vos no te tirás pedos?
- Alguna vez me escuchaste?
- Tampoco te ví cagar nunca y estoy seguro que…
- Pará! Estamos a punto de hacer el amor, no podemos estar hablando de esto.

Cerré la boca y aproveché para hacerme unos cuantos buches. Qué mierda me venía con eso de “Hacer el amor”. Coger sonaba mucho mejor. Y hecharse un polvo, ni hablar. Era sublime.
Me pregunté a quién se le había ocurrido semejante sinónimo y llegué a dos conclusiones posibles: a un puto o a una mina.

Nos metimos en la cama y me pasó el control remoto. Lo dejé entre las sábanas y me le tiré encima, besándola y acariciándola. Cuánta falta me hacían un buen par de tetas. Cuando le fui a poner una mano ahí abajo me paró en seco.

- Despacito a ver si se sale
- Qué se va a salir si todavía no te la puse – me reí
- No seas idiota Luis!
- Bueno, perdoná

Con suma delicadeza llegué a destino metiendo la mano por el costado de la bombacha. Algo incómodo, pero efectivo de todas formas. Sentí el pituto y empecé a masajearla con cuidado, para que no se saliera.
Nunca en mi vida había conocido a una mina que se mojara con tanta rapidez. Era increíble. Apenas le metías el dedo, podías sentirla húmeda como una esponja y más le dabas, más se mojaba. En lugar del perro de Pablov, esta era la cotorra de Verónica.
Y mientras la tocaba le gustaba ponerse de costado para refregar su culo contra mi cuerpo. El culo de Verónica señoras y señores, era algo maravilloso. Algo de otro planeta. Grande, redondo, duro. Y al menos una vez por semana me obligaba a visitarlo como una viciosa.

Después de acabar por primera vez se puso boca arriba y se la metí. Y mientras yo bombeaba ella sostenía el pituto con dos dedos. Estuve tentado en agarrar el control remoto y darle una descarga, pero me contuve. Acabó otra vez y me dijo “empecemos”.

Así que me puse en personaje y decidí seguirle el juego. No voy a negar que la idea me calentaba y mucho. ¿Cuántas son las veces que un hombre dice “yo a esta la mato”? Pues bien, en cierta forma yo estaba a punto de pasar del dicho al hecho. Me di cuenta de que Verónica estaba muy compenetrada con el asunto y eso la hacía ver más deseable, era como estar de repente, con otra mujer. Se puso de costado enfrentándome. Los dos estábamos enganchados, casi sentados, apoyados contra el respaldo de la cama.

- Qué rápido viniste – dijo la fotógrafa
- Tenía que verte
- Me imagino, sos un interesado
- Te amo – le dije
- No mientas
- No miento, te amo

La fotógrafa me miró y me besó mordiéndome los labios. Yo sentía que estaba por acabar, así que paré de moverme y ella sonrió.

- Qué me trajiste? – preguntó
- Ya sabés
- Dámelo
- No, primero las fotos
- Ves que sos un interesado
- Vos también, dame las fotos
- Ya sabés adonde están
- Me encanta que seas previsible, te voy a extrañar mucho
- Porqué?
- Porque ya viste demasiado

Y ahí nomás apreté el control remoto. Verónica abrió los ojos y se arqueó como si le hubiesen pegado un tiro en la espalda. Gimió diciendo “no, no, que hiciste”. Así que volví a apretar el botón y ella volvió a gemir tirándose arriba mío, agonizando. El efecto de aquel juego fue grandioso. Nunca en mi vida había eyaculado con tanta fuerza. Fue literalmente como inyectarle un “disparo” de leche tibia, mientras nos retorcíamos de placer. Apreté el botón dos veces más en cortos intervalos y Verónica pegó dos suaves grititos encima de mi pecho. Nos quedamos recostados unos minutos envueltos en sudor, flujo y semen.

- Qué te pareció? – me preguntó
- No sé qué decirte. No creo que pueda volver a coger sin hacer esto.
- Es genial viste?
- Ya lo habías hecho? – le pregunté
- Nunca me había animado a pedírselo a nadie. Mil veces me masturbé pensando en algo así, pero nunca lo había hecho antes.
- Y porqué conmigo?
- Porque vos no tenés escrúpulos. Todo te importa una mierda. Serías un pésimo marido, pero estar con vos me divierte mucho.
- Gracias.
- Qué sentiste?
- Poder – le dije – Fumemos – propuse

Y fumamos.

- Otro día lo quiero hacer con un cuchillo – me dijo
- Ok
- Hay una casa de chascos en una galería sobre Corrientes en donde venden unos cuchillos de plástico con la punta rebatible. Tenemos que ir a comprar un par.
- Ok
- Y tenemos que ir imaginando distintas situaciones. O sea, no siempre tengo que ser una fotógrafa. Tenemos que anotar todo en algún cuaderno.
- Ok

“Lindo diario”, pensé. En lugar de escribir mis memorias iba a dejarle a la humanidad un decálogo de perversiones asesino-pornográficas. Un buen legado. Al fin y al cabo con el correr de los siglos quizás terminara transformándose en una especie de Kamasutra del futuro. No había dudas de que iba a ser algo digno de leer y muy, pero muy divertido.
El tema de los roles nunca me había interesado hasta ese momento, pero sabía que Verónica había despertado algo nuevo en mí. El poder de la imaginación. Yo era más bien del tipo que se subía a la montura y cabalgaba hasta acabar sin muchas vueltas. Un disfrute simplemente fisiológico. Pero ahora había conocido otra clase de placer, otra categoría. Un placer sicológico, más profundo e intenso. Sabía que la cosa no había durado mucho, pero después de todo había sido nuestro bautismo de fuego. Los juegos podían ser más complejos, perversos y largos. El hecho de estar pendientes a un determinado estímulo para recién después acabar, abría un sinfín de posibilidades a la hora de contener y prolongar el orgasmo. Me entusiasme.

- A mí me gustaría ahorcarte – le dije
- Ya quisiste hacerlo en lo de Silvia... – sonrió
- Eso fue otra cosa. Hablo de ahorcarte mientras cogemos
- Ya lo sé, Luis. Hagámoslo. No tengo ningún problema. Aprovechemos a hacer todo lo que tengamos ganas de hacer, porque un día nos vamos a despertar y ese va a ser el último día de nuestras vidas.
- Qué?
- Nada, Luis. Que hay que coger mucho
- Ah! Estoy de acuerdo.

Así que al otro día me fui a caminar por Corrientes. Verónica me había dicho que la galería quedaba en algún lugar de la mano derecha yendo de la 9 de Julio hacia el bajo. A decir verdad no me costó mucho encontrar el lugar. En la entrada de la galería había un cartel gigante que decía CHASCOS – MAGIA. Me paré frente a la vidriera y me quedé mirando. Había tres clases de cuchillos. Uno chico, otro mediano y uno más grande. Traté de decidir cuál llevar, pero si no los sostenía en la mano iba a ser imposible saber cual era el más cómodo. Entré y me hice el boludo hasta que quedamos solo el vendedor y yo en el local.

- Disculpame, viste esos cuchillos que tenés en la vidriera. Me gustaría probarlos a ver cuál llevo.
Sin decir nada el tipo se dio vuelta, abrió un cajón y sacó tres cuchillos iguales a los del exhibidor.

- Los podés sacar de las bolsitas. Quiero ver cómo se sienten. – toda la situación me resultaba vergonzosa.
- No hay problema.

Abrió las tres bolsas, y me fue pasando los cuchillos. El más chico era incómodo. Tenía el mango demasiado fijo y no era fácil ni práctico para sostener. El mediano calzaba a la perfección. Y el grandote si bien era cómodo, era ridículamente grande, como el cuchillo de Rambo.

- Sos mago? – me preguntó el tipo.
- Qué? No, no, nada que ver
- Ah. Y para qué lo necesitás?
- Eh...no es eh...para eh...estamos filmando un eh...un corto y bueno hay una escena en donde un tipo apuñala a una mina, y bueno eso.
- Mirá si es para eso, este es el cuchillo que tenés que llevar – me dijo señalando el de Rambo.
- Pero es muy grande...
- Sí, pero mirá.

Lo agarró, y abrió una tapita en la base del cuchillo.

- Ves, esto se abre y en este tubito le metés sangre falsa. Y cuando la hoja se rebate, brota la sangre. Es muy realista

Tuve una erección. De mediana intensidad, pero notoria. Compré el cuchillo y diez tubitos de sangre artificial. El tipo me explicó que después de usarlo había que ponerlo en remojo durante al menos media hora y no sé cuantas cosas más, pero no le presté mucha atención.

Cuando Verónica llegó esa noche y vio el cuchillo sobre la mesa, me abrazó y me besó con entusiasmo adolescente. “Sos un genio, sos un genio” repetía. Nos sentamos en la mesita de la cocina y preparamos el arma con extremo cuidado. Antes de meternos en la cama decidimos probarla. Clavé la cosa en mi mano y un chorro de sangre saltó del cuchillo tiñendo instantáneamente mi piel de un rojo pesado y viscoso. Era muy real. Tuve otra erección y Verónica juró haberse mojado.

- A qué jugamos hoy? – le pregunté
- Yo soy tu amante y nos encontramos en tu casa de la playa. Me hacés ir engañada, haciéndome creer que abandonaste a tu mujer, pero en realidad me hacés ir para matarme.
- Sos una hija de puta. ¿Cómo se te ocurren esas cosas?

Nos desvestimos y nos metimos en la cama. La previa fue corta esta vez. Los dos estábamos ansiosos por probar nuestro nuevo juguete. No era para menos, era el primer juguete propio de “la pareja”.
- Cómo fue que le dijiste? – preguntó mi amante
- Hablé, nada más, no importa.
- No me estás mintiendo?
- Shhh. No digas pavadas

Otra vez estábamos enganchados, prácticamente sentados uno frente al otro. Sin dudas era la postura más cómoda y dramática para ese tipo de situaciones.

- Vamos adentro – propuso mi amante
- Acá estamos bien, relajate
- Pero nos pueden ver – dijo preocupada
- De hecho ya nos están viedo
- Qué decís, si no hay nadie.
- Mirá esa lancha – le dije

Mi amante se dio vuelta.

- Ay, está re lejos, no pueden vernos
- Pero están ahí por algo. Vienen a buscarte
- Qué?
- Que vienen a buscarte – le dije mirándola a los ojos con una frialdad que hasta me asustó a mi.

Después le clavé el puñal en el medio del estómago. Un borbotón de sangre la slapicó. El efecto era demasiado real. Verónica me miró en un éxtasis único y gritó “ay Luis por favor, dále, dale, vení, vení”. La apuñalé de nuevo y acabé tibio y violento dentro de ella, que seguía gimiendo en una agonía fantástica tratando de sacar el puñal de su vientre, como una verdadera moribunda.

- Luis, por Dios! No lo puedo creer – me dijo. Nunca me sentí así, nunca, jamás.
- Yo tampoco. Te juro que si pudiera te la metería de nuevo y te apuñalaría hasta mañana.
- Vamos a bañarnos y a dormir un poco.

Nos bañamos jugueteando bajo la ducha, acariciándonos, mientras nos quitábamos la sangre de encima. Salía fácil con agua y jabón. Después metimos el cuchillo en remojo, comimos algo y nos fuimos a dormir.

- A qué hora pongo el despertador – me preguntó
- A las cuatro te parece bien? Así descansamos un poco.
- Está bien, pero nos bañamos de nuevo y nos lavamos los dientes.
- Dormí Vero, quedate tranquila.

Puso el reloj en hora, y apagó la luz.


FIN