martes, 25 de mayo de 2010

LA COSA Y SU DUEÑO

Lo oculto está a flor de piel
Ahí nomás para el que sepa
Leer las señales
Y yo como siempre
Voy por la vida
Sin prestar atención

Elijo el culto a tus curvas
Elijo quedarme ciego
Y en la oscuridad más profunda, veo
Mi absoluta felicidad

Me asfixian las posibilidades
Que ofrece la claridad
La condena y la objetividad
La cultura y las costumbres
El celo, la propiedad
La cosa y su dueño

Con vos en cambio
Prefiero reír en silencio

PEDOS

Pedos.
Nunca en todo este tiempo pude tirarme uno
Estando con vos
Y no es que no los conozcas, que no los hayas padecido
Pero esos,
Solo fueron accidentes en el medio del relajo de la noche

Alguien me dijo alguna vez:
“no podría estar con un hombre que no se tire pedos al lado mío”
Pero esa es una frase tramposa
Un ardid, casi un permiso velado, una confesión
Es lo mismo que decir: “yo también me los tiro”

Y ahí está la cosa.
Mil veces me pregunté si sería capaz de bancarme un pedo tuyo…
No esperes comprensión, mi amor, si disfrutás estar conmigo
Aguantáte, cerrá el asterisco y como una dama
encerrate en el toilette y partí los azulejos,
despintá las paredes y despertá a los demonios.
Pero por nada del mundo permitas
que huela el estruendo de tus tripas,
el desenfado de tus malestares

Ya no podría mirarte a los ojos,
Ni siquiera respetarte
Dejarías de ser mi hada
Mi alma gemela, mi vida
Y te convertirías en un puerco
En un tarro de basura
En algo digno de ser degollado
En un mal recuerdo
En olvido
En nada

ANGEL (pronúncises Einyel)

Estamos trabados
No avanzamos hace tiempo
Y cada día lo intentamos, pero no
No está funcionando
Nos miramos, sonreímos, nos besamos
Nos decimos te quiero y hacemos el amor
Pero todo esto es un pantano
Que nos absorbe sin respiro
Que nos corroe y nos rasga la piel
Que nos escupe piedades lastimosas
Que nos acosa
Ayer alguien dijo en la radio
“Que uno se enamora del estado
en que se siente al estar con el otro”
Me pareció bien, justo, real
y macabro
Porque no puedo lograr sentirme bien con vos
Y eso me da miedo
Me acuerdo de la noche que escuchando
Angel, de Fleetwood Mac, nos cantábamos
mirándonos a los ojos:
“When you were good, baby,
you were very good”

Y quizás ahora sea lo único verdadero
que nos quede del otro,
Haber sido buenos

LA CAIDA

Maral 27
Cochera 72
Piso 14
Alvarado 50
Carpa 60
Datos de una etapa terminada
Mínimos recuerdos de múltiples historias
Huellas de una parte de mi vida
Espacios que hoy ocupan otras vidas
Propiedades de otros propietarios
Ganadores que fueron vencidos
Perdedores en retirada, con la sangre en el ojo
Con la impaciencia del desafío
Con el ánimo hecho pedazos
Y la melancolía, que nunca es buena,
Que jamás ayuda a seguir adelante
A conquistar nuevamente,
A quebrar ciertas barreras.
Y de pronto descubro que me cambiaron el papel,
Y que ya no soy el protagonista
Apenas un actor de reparto

LIQUIDOS EXQUISITOS

Otra vez el viernes lo arruiné todo
En medio de la cena perdí la cabeza
Sin darme cuenta, sin poder preverlo
Víctima de los líquidos exquisitos
Esa irremediable manía por acabar
Cada botella, cada vaso
Sin que importe el color o la textura
Sin pensar en los conocidos desajustes
Balbucear, agredir, gritar, querer morir
Sentir que el universo es demasiado estúpido
Como para poner el freno al hastío
Convivir con la desgracia del efecto
La inconciencia y el olvido
Los actos enmascarados y la crueldad
Atrapar milésimas de genialidad
Pero estar demasiado aturdido
Y ser incapaz de atesorarla

Tu mirada encendida
Y la tristeza en tus manos abrazadas
Pálidas, asfixiadas entre los dedos
Y la furia palpitando en tus mejillas

Daría lo que fuera con tal de no inundarme
Pero soy un desgraciado y un cobarde
Un traidor a su palabra
Un cofre repleto de promesas quebradas

QUEJAS

Todo el mundo se queja de todo y parece que nadie está satisfecho. Se quejan de hoy, de ayer y de mañana, de lo que son, de lo que fueron y de lo que podrían haber sido. Ahora está de moda quejarse de Néstor y de Cristina, pero antes se quejaron de Duahlde, de De la Rua, Menem y Alfonsín. Yo, me quejé de todos ellos. Los odié y los odio a todos. Me refiero a todos los políticos, a la política en general, en sí misma. El sistema político es simplemente un gran entramado de corrupción. A los políticos les importan dos cosas: el poder y el dinero. ¿La gente? No, para ellos la gente está de más. Somos un montón de polvo que se les mete en los ojos, las orejas y el ojete. Somos la baldosa floja que les mancha el pantalón, el grano en la nariz, el dolor de muela. Los molestamos, los fatigamos. Sin embargo, ellos también se acostumbran a tener un dedo en el culo todo el tiempo y finalmente nos ignoran, se acostumbran a la uña encarnada y así, nos cagan. Los militares se quejaron de la libertad y los montoneros también, y Perón se quejaba de los montoneros que al final también se quejaban de Perón y al final todos nos quejamos de los militares, porque cuando no hay libertad no hay nada, y todo es más oscuro, chato y mogoloide. Pero ¿adónde va un país que no para de quejarse? Si todos nos quejamos ¿quién toma nota de las quejas? ¿quién lee el libro de quejas y dice “a la mierda, hay que hacer algo con este quilombo”? Nadie hace nada. Y eso pasa porque cuando se deja crecer al fuego, lo único que se puede hacer, es quedarse parado observando como el fuego se lo traga todo. No sé ustedes, pero yo desde hace un tiempo siento el calor quemándome los huevos. Quizás sea una infección urinaria, pero creo que no. No hay bomberos, ni voluntarios. Mi viejo se quejaba de los peronistas y de los radicales y vivía deslumbrado por los sindicalistas, y mi vieja se quejaba y le decía “pero vos sos boludo, tenés una fábrica y te gustan los sindicalistas” y mi viejo se reía y le decía “calmate”. Pero al final, los sindicatos lo cagaron, cuando estaba enfermo, en otro mundo mejor, dentro de este basurero. Nunca se quejó de lo inexorable, del sufrimiento, la agonía y la muerte. Una tarde me llamó y cuando me senté en la cama me dijo “no la dejés sola a tu mamá, sé bueno”, después le levanté las piernas y le hice unos masajes en esa habitación inundada del olor a uvas de un medicamento violeta. Eso fue en el 86, cuando la gente comenzaba a quejarse otra vez, después de desenmascarar a la esperanza que ya estaba ajada y corroída. Ese año me quejé de la muerte, de la apendicitis aguda, y de cómo ella me abandonó. Pero en diciembre, comenzaron a quejarse los vecinos, cuando me compré la batería. Todas las tardes nos juntábamos en el living a ensayar con los chicos, hasta que el consorcio nos llamó a silencio. ¿Pero saben qué? El silencio no existe y siempre hay un lugar en el que uno puede hacerse escuchar.