lunes, 10 de octubre de 2011

INCOMPLETO

Ok. Algo está pasando en el mundo. No sé muy bien qué está pasando, pero es algo preocupante. Parece que ya nada es como solía ser hasta hace un tiempo atrás. Ha comenzado la rebelión de la pequeña gente. Y cuando la pequeña gente cree que puede cambiar el mundo, estamos en problemas. Digo, entre una oveja o mil ovejas, solo se junta más lana. Pero para que el invierno no sea tan duro, esas ovejas, quieran o no, tienen que ser esquilmadas. Como sea, hasta que las pequeñas ovejitas del mundo no vuelvan a ocupar su lugar esto seguirá siendo un caos. Y yo necesito que alguien vuelva a encausar este desborde. No es chiste.
Por alguna razón que desconozco, desde hace tres semanas no recibo el diario de los domingos en la puerta de mi casa. Y parece que a nadie, más que a mi le importa. El problema de Buenos Aires, es su tamaño. Nadie es capaz de saber quién es quién. Y yo, no sé quién es mi diariero, ni porque me está haciendo lo que me está haciendo. Maldita oveja descarriada! ¿¡Cómo voy a hacer que todo vuelva a la normalidad si ni siquiera soy capaz de ir y apretarle bien los huevos a este hijo de puta!? Parte del problema es internet. Me suscribí al servicio de entrega domiciliaria a través de la web de La Nación y ahora NADIE, responde mis mails, aunque sea para decirme quién es el responsable de esta situación. No puedo ir por los kioskos de mi barrio puteando a cada uno de los diarieros con los que me cruzo. Sería de agotador y la verdad es que mi estado físico apenas podría soportar un round y no siete u ocho. Ahí tenemos otra maravillosa consecuencia de la desregulación de la década del 90. Mil diarieros en una cuadra! Sean felices! Ahora son todos cuentapropistas, dueños de sus destinos, sus propios jefes! Un carajo! Alguien tiene que hacerse cargo, dar la cara, pagar los platos rotos, y está claro ningún “jefe” es capaz de hacer semejante cosa. En fin, la tecnología y el anonimato son como dos viejos violadores que andan por ahí haciendo de las suyas, y en estas tres semanas, al menos a mí, me dejaron el culo bien roto. No tengo mi diario los domingos, y no sé a quién mierda hacerle el reclamo. Las máquinas se apoderaron de los últimos restos de humanidad que le quedaban al ser humano. Hasta no hace mucho levantabas el teléfono y al menos había “alguien” del otro lado. Alguien que se había levantado temprano para cumplir con su tarea, quizás después de haber pasado una noche espantosa sentada en el inodoro maldiciendo por haber tomado demasiadas cervezas en alguna estúpida fiesta de cumpleaños. Pero ahí estaba esa oveja! Cumpliendo con su trabajo a pesar de tener el estómago dado vuelta. Dándome una explicación, inventando excusas, pidiéndome perdón. Rompiéndome el culo también, pero con amor, dedicación y delicadeza. En cambio ahora, las páginas web diseñadas gráficamente a la perfección, solo tienen para ofrecerte la infinita y cruel frialdad del link de “contacto”. Ni lo intenten. Ya nadie hace contacto. Estamos solos. Nos han abandonado. Somos parias en un universo sin más vacantes.
Pero lo peor del caso es que además de otras innumerables virtudes, soy una persona rutinaria y obsesiva. No es bueno para mí que ciertos “ritos” se desvanezcan así como así. El domingo TIENE que incluirme a mi tomando mate y ojeando el diario. En caso contrario, mi cerebro no comprende que ESE DÍA sea domingo. Entonces aquí hay un problema que va mucho más allá de recibir el puto diario. Desde hace tres semanas, estoy viviendo semanas incompletas, de seis días y algo más que no encaja en ninguna categoría conocida. Me deben mis diarios y mis setenta y dos horas. Mis tres domingos…
La verdad es que esto comenzó hace cuatro domingos atrás cuando me encontré con el diario desordenado y sin su revista, ahí tirado en la pequeña alfombrita gris de la puerta de entrada. Alguien se había tomado el trabajo de descuartizar mi diario a plena luz del día, sin que le importara ser descubierto! La decadencia nos rodea. Alguno de mis vecinos, con los que convivo desde hace años era el culpable. Alguien a quién saludo cotidianamente era capaz de robarme sin sufrir ninguna consecuencia. Vecinos! A quién estoy engañando? No existe tal cosa en esta ciudad. Solo gente extraña capaz de degollarte por subir el volumen de la radio.
Es un mundo loco, que se ha vuelto loco. No me importa. Como no me importan el trabajo infantil, la matanza de ballenas, el cuidado del medio ambiente o la soberanía sobre las Islas Malvinas. No me conmueven las grandes causas perdidas, que en caso de ser ganadas, no serán ganadas por 40.000 tipos cantando Imagine. Por Dios. Solo quiero que algunas pequeñas cosas no se muevan de su lugar. Después de eso, cuando todo se acomode nuevamente, veremos cómo sigue la fiesta. Pero para empezar, necesito volver a tener a mi diario prolijamente doblado sobre la alfombrita gris de la puerta de entrada, todos los domingos. El mate y este loco, lo estarán esperando.

sábado, 8 de octubre de 2011

MOCOS

Demasiadas veces lo mismo. Demasiadas noches igual y demasiadas mañanas parecidas. Acido sulfúrico en la boca. Acido sulfúrico en el culo. Dolor de cabeza, frío, calor, remordimiento, y ganas de volverlo a hacer. Es un mundo repleto de idiotas. ¿Porqué iba a ser yo diferente? Son 44 años de vida y ¿cuántos quedan? Seamos optimistas al menos esta vez: ¿30 más? Dios! Como dijo Springsteen el día que ganó un oscar: “todo lo que viene ahora será cuesta abajo”. Un genio.
Te mirás al espejo y ves un montón de mierda. No te ilusiones. Recién detrás de esa mierda estás vos. Así es la vida, generalmente. Luchar para no quedar ahogado entre la mierda circundante.
Ayer mientras iba a cenar a casa de un amigo quise atropellar a no menos de 4 motoqueros. Así dicho parece una locura. Pero merecían ser aplastados. Buenos Aires es obra del demonio. Es una ciudad destruida por la desidia. Fachadas de negocios, casas y edificios grafiteados, postes y paradas de colectivos agredidos con pegatinas que van desde, un hijo de puta que ofrece $400 por día por tirarte pedos, hasta un candidato político que promete mantener limpia la ciudad! La política es basura. Los políticos Argentinos dejaron de existir y solo quedaron sus restos para bailar en un espectáculo patético frente a un oficialismo que hace las veces de DJ. ¿Qué le va a pasar a este país? No lo sé. Seguramente nada bueno.
No puedo ser optimista, ni siquiera cuando las cosas van bien, así que imagínense cómo debo estar en vísperas del desastre. Porque se viene un DESASTRE. Está bien. Las cosas tienen que volar por los aires. Pero bien voladas a la mierda. Y una vez que vuelan, no vuelven más. Allá están De La Rua y el Turco a los tumbos por la estratósfera…

Cuando llegué a casa, anoche, me tiré en la cama y el sueño me prometió un remanso. Hoy me desperté y todo sigue dando vueltas en un remolino interminable. Argentina 4 – Chile 1. ¿Y? No me rompan las pelotas! ¿A quién le importa? Si la cosa sigue así, la pelota oficial del próximo mundial será la cabeza de Angela Merkel!

Hablando de Merkel, ya ni me acuerdo cuándo fue la última vez que me pegué un zaque. Me acuerdo porqué resultó ser la última vez, pero no recuerdo con exactitud, cuándo fue… ahí van mis neuronas con De La Rua y el Turco… últimamente no recuerdo muchas cosas. Se van perdiendo en el camino. En 30 años más probablemente no me acuerde ni de limpiarme el ojete después de echarme un cago. Demasiada vida, para una vida así.

Cuando digo estas cosas siempre hay alguien que me dice que no sea bestia, que si no pienso en mis hijos. La verdad que no. O acaso ellos están pensando en mi en ESTE momento. Ya lo dije: Es un mundo repleto de idiotas.

Ah, casi me olvido. Hace unos meses volví a comerme los mocos. No puedo dejarlos. No solo me encantan, sino que además desatan una hermosa sucesión de pequeñas sensaciones encadenadas que me devuelven al patio del Quilmes High School, cuando era chico y las propiedades de mi disco rígido indicaban que aún tenía por delante un montón de espacio libre. Hoy ya utilicé la mayor parte de ese espacio y así y todo, todavía no soy capaz de responder con certeza casi ninguna pregunta.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Qué noche la de anoche! No sé exactamente cómo terminó, pero recuerdo dos cosas sobre el final. Estar lavando los platos en calzoncillos y sentarme en la cama cada diez segundos para no terminar vomitando como un linyera. Y qué mañana la de hoy! Mi cabeza, mi estómago, mi vida, todo partido al medio por el mismo hachazo. La bebida es un problema. O quizás debiera decir, “la bebida ES el problema”. Y juro que lo intento, pero siempre fallo. Me termina ganando esa necesidad irresistible de llenar las copas una y otra vez. Y después termino así. Escribiendo sobre lo mal que me siento y lo débil que soy. Pero lo de anoche fue bravo. Cerveza y whisky en cantidades preocupantes para cualquier ser humano que pretenda llegar a viejo vivo.

No sé porqué motivo, siempre, el día después de una borrachera ando alzado. Quizás mi organismo, por las dudas, me obliga a inocular mi simiente antes de morir definitivamente, y resultar inútil para la preservación de la especie. Así que hoy, de a poco, fui acercándome a la fiera con cuidado. No es fácil hacerlo sin recibir una mordida después de un gran final como el de ayer, pero me tengo fe. Hoy la pongo sin dudas. Estoy pensando qué vamos a hacer. Ando con un par de ideas nuevas pero intento no darme demasiada manija para evitar terminar manchando el pantalón. Cuando ando caliente es como que rebalso de leche y muchas veces la cosa va saliendo de a poquito durante el día. Ya sé que es medio asqueroso lo que estoy diciendo, pero es la verdad. Digan lo que digan es preferible gotear semen que pus…

Dos veces me pasó en la vida. Las dos primeras veces que cogí. En la isla Maciel. Una cosa de locos. Levantarte y sentir ese ardor, ese fuego en la poronga es algo descomunal. Es como si te metieran un alfiler hirviendo por el agujerito! Mierda, que te querés morir. Te la querés cortar y cuando vas a mear llorás también por los ojos, del dolor y te sentís un pelotudo. Pero antes quién carajo te hablaba de sexo? En mi casa para colmo, no se hablaba. Preferentemente se gritaba. Pero eran todos muy educados y no iban a andar gritándote “MIRÁ CUANDO VAYAS A COGER TENES QUE USAR FORRO, PARA NO TERMINAR CON LA PIJA PODRIDA, ¿ENTENDÉS?”.

Y cuando hablaban, lo hacían en checoeslovaco. Un quilombo, un trabalenguas. Miles de consonantes todas juntas que resultan impronunciables. Svriprmgwtom y cosas así. Una locura. Y mi vieja que no entendía nada le pedía a mi viejo que le dijera a mi abuela que hablara en castellano, y mi viejo se lo decía…pero en checoeslovaco. Y así se la pasaban discutiendo a los gritos y dando portazos sin pensar que un día, ese dulce niño iba a crecer y le iban a dar ganas de garchar. Como sea, usen forro.
El gran asunto con los checoeslovacos es que son todos borrachos, entonces viven en pedo y haciendo cagadas. Mi viejo era checoeslovaco, y mi abuelo, que terminó prácticamente cagando el hígado mientras bailaba una polka. Ese sí que era un borracho. Borracho, mujeriego y depresivo. Una combinación irresistible para cualquier mujer.

A las mujeres los tipos normales no las calientan. Pueden gustarles al principio, pero después se aburren. A las minas les gusta contener. Suponer que pueden arreglar lo roto. Esa sensación de peligro permanente es lo que más las atrae de un hombre. Mi abuelo, así como era, tenía amantes por todos lados. De hecho, mi abuela había sido una de sus tantas minas hasta que la embarazó y tuvo que casarse. Ahí tenés a otro boludo que no usaba forro.

Pero bueno, esto no intenta ser un relato sobre la historia de mi familia, o de mi vida. Tenía ganas de escribir y escribí

miércoles, 25 de mayo de 2011

Se abrió la blusa y me mostró las tetas
Blancas, redondas y suaves como el mejor de los sueños.
Vení, le dije.
Y se acercó
Le di el dinero y la abrace
Estaba caliente. Su piel estaba caliente
Y durante unos segundos la idea de soltarla me pareció imposible
Sobrecogedora
Las sábanas estaban limpias como las de cualquier hotel decente
Nos acostamos ya desnudos y mientras ella me la chupaba, yo no podía dejar de observar mi cuerpo en el espejo
Y así me quedé hipnotizado
Como una cobra a punto de ser degollada
En un momento recuerdo haber pensado:
Le acabo en la boca o sigo adelante con esto?
El precio había sido demasiado alto, así que la agarre del pelo y la saque de ahí
Quería dormir, pero antes quería hacer valer mi dinero.
Vení, le dije de nuevo. Y vino.
Qué iba a hacer después de todo?
Quién dijo que las putas tienen voluntad?

AHORA Y DESPUÉS

Ayer la ciudad fue un caos.
La lluvia, la víspera del feriado y la locura natural de la gente cortando calles y tocando bombos quién sabe porqué causa, fueron demasiado, aún para mi.
Ultimamente siento que muchas cosas son demasiado.
Cosas que hasta hace un tiempo podía controlar, hoy me vuelven loco.
Quizás me esté poniendo viejo antes de tiempo. No lo sé.
Dicen que los viejos tienen menos paciencia. Tampoco lo sé.
Pero ayer, cuando me vi ahí parado, cagado de frío, esperando el bondi supe que ese iba a ser el mejor momento de mi día. Al menos por un instante, supe dónde estaba y hacia dónde iba. Logré trazar una línea entre dos puntos. El "ahora" y el "después".
Pero no siempre es tan sencillo. Cada vez queda menos depués y el ahora, parece ser lo único que conozco, desde siempre.

domingo, 15 de mayo de 2011

BASURA

Todas las mañanas a eso de las 9, lo veo ahí parado
en la parada del 152, de Santa Fe y Pueyrredón
es algo así como un linyera de clase media
despeinado, sucio, con la cara aplastada de sufrimiento
Y mira pasar a la gente como si no viera nada,
abrazado a una carpeta gruesa, repleta de papeles
moviéndose como un péndulo para atrás y para adelante
con los pies clavados en la vereda
Lo único que puedo pensar cada vez que lo veo
es en su infancia,
lo mismo me pasa con todos los hombres y mujeres que andan tirados por Buenos Aires
como si fueran bolsas de basura, llenas de basura
desperdicios humanos regados por una ciudad sin corazón, de un país sin verguenza

sábado, 30 de abril de 2011

NOCHES

Últimamente nos sentamos a cenar

Y la botella siempre está ahí, entre los dos

Como un desafío a nuestra debilidad

Pero somos débiles y ya.

Siempre lo fuimos, para ciertas cosas

Podemos soportar la muerte y el cáncer

Y las cartas documento, pero

La vida sin la botella, es algo más complicado

De resolver.

Siempre nos servimos y brindamos y nos decimos

“te amo”, y es cierto. No sobreactuamos.

Y cuando se acaba la primera, abrimos la segunda,

Pero para entonces ya no hay brindis, ni palabras.

Nos queda la risa y la música y quizás un cigarrillo.

Ella no fuma, pero le gusta verme fumar.

“Te queda bien el cigarrillo, fumá”, me dice, y se para

Y corre a buscarme un Marlboro.

Yo me río y le miro el culo cuando va y las tetas cuando viene

Y después fumo y nos quedamos charlando

Hasta que se acaba el vino

Y la noche se transforma en un desierto.

jueves, 10 de febrero de 2011

MARINA, MARINA, MARINA

Ayer a la noche, TODOS, estaban hablando de política. ¿Ganará Cristina? ¿Se presentará el manquito? ¿Tendrá Alfonsín huevos suficientes como para gobernar? ¿Macri transará con Reuteman? y ese tipo de cosas de las que uno habla cuando empieza a envejecer irremediablemente. Sin embargo yo no fui capaz de decir demasiado. Por un lado, odio a los políticos y a toda su mierda, y por el otro, tenía a Marina y a su enorme par de tetas sentada frente a mi. Las tetas me inhiben. Lo juro por Dios. Los escotes y las tetas logran lobotomizarme y dejarme prácticamente en estado vegetativo. No puedo pensar en otra cosa. No puedo mirar otra cosa. No puedo desear otra cosa. Y ayer, no fue la excepción. Y cada vez que la miraba, se me paraba. Y cuando dejaba de mirarla, se me paraba más porque me las imaginaba ahí, asomando blancas y sabrosas poniendo en peligro la contención de aquellos pequeñísimos botones blancos. Era como si me estuvieran gritando “dale, sacate las ganas, miranos y cagate en todos los boludos que tenés alrededor”. Pero en realidad, no necesitaba que nada ni nadie me arengara. Aquello era lo único que podía hacer. En un momento alguien me preguntó algo y no pude articular ni una mísera palabra. Me quedé ahí callado, en medio de la nada combinando vocales “aaaeeeoooaaaoooaaa”, o algo por el estilo, mientras el resto de la gente me observaba incrédula. “Es idiota”, habrán pensado. Sin embargo la idiotez tiene sus recompensas…

- ¿Te pasa algo Manu? – me preguntó Marina
- Un ACV – le dije sonriendo antes de darle un sorbo al vino, para intentar resucitar.
- ¡No seas tarado! – me retó divertida
- La verdad es que la política no me interesa demasiado. Me aburre. Es medio inmaduro de mi parte, pero prefiero estar más al tanto de lo que pasa en el mundo de la música, que de lo que pasa en el de la política.

Sonrió de nuevo. (Gloria Hermanos)

- No sé si es inmadurez. No a todo el mundo le tiene que interesar lo mismo. Qué se yo, a mi la política me interesa hasta ahí, pero no me quita el sueño. Prefiero leer un buen libro antes que la sección de política de algún diario.
- Sos una inmadura…
- ¿Qué estás escuchando? – me preguntó al mismo tiempo que yo le preguntaba “¿Qué estás leyendo?”

Ahora los dos estábamos sonriendo en medio de aquel funeral gastronómico.

- Vos primero – me ordenó
- Ok. Estoy escuchando mucho de lo nuevo que está saliendo en música country americana. Zac Brown, Darius Rucker, Brad Paisley, ese tipo de cosas. Es súper interesante. Está muy bien hecho. Hay mucha buena música dentro de ese estilo. Para mi es lo que más está creciendo, no sé, me encanta.
- Música country… te hacía más con el rock.
- El rock me gusta mucho también. Desde siempre.
- Ya lo sé, por eso te decía que no te hacía escuchando country
- Así es. Los fines de semana me disfrazo de vaquero y voy a bailar a salones de música country.
- Noooo! Me estás cargando – dijo llevándose la servilleta a la boca para disimular su risa
- Es verdad. Antes de empezar a bailar catamos el himno americano y después se larga el baile. El problema es dónde estacionar el caballo.
- Ja, ja, ja, ja – rió incontenible haciendo vibrar aquellos dos manjares – me hiciste reír. ¡Qué maldito!
- Bueno, y vos ¿qué estás leyendo? No me digas “autoayuda” porque me levanto y me voy.
- Autoayuda – dijo inmutable
- Mirá, solamente voy a quedarme porque necesito comer el postre para evitar que me dé una hipoglucemia.
- No es broma.
- No sé qué decirte…
- Alguna vez leíste algo de autoayuda?
- ¿Quién se ha robado mi queso?, que me pareció una estupidez. Pero después leí otro que me pareció mucho mejor. Te diría que hasta me pareció muy bueno.
- ¿Cuál?
- ¿Quién se ha tomado todo el vino? – mi carcajada retumbó como un trueno e inmediatamente se me sumó Marina. Estuvimos un buen rato tratando de calmarnos haciéndonos gestos a través de los cuáles nos prometíamos no tentarnos, hasta que por fin lo logramos. - En serio ¿Qué estás leyendo?
- Ahora nada, pero lo último que leí fue un libro de Paul Auster que tenía Franco en su mesita de luz, pero no me enganché demasiado, no encuentro nada que me den ganas de seguir leyendo hasta el final.

“Franco” (Hermanos, no subestimeis jamás la presencia del Demonio. Siempre está rondando, siempre).

- Yo cuando no sé qué leer vuelvo a Carver. Eso me da tiempo y me relaja.
- Carver es bueno.
- Excelente. ¿Y Franco? ¿Porqué no vino?
- Está en París
- ¿Por la nueva colección?
- Por la nueva colección
- ¿Y vos qué hacés acá? Entre estar acá o en París viendo lo último de la moda, no hay mucho que pensar.
- Al contrario. Yo tengo mucho que pensar.

Tragué saliva y me quedé callado tratando de adivinar cómo seguir adelante. La gente parloteaba a nuestro alrededor convirtiendo aquel momento insólito en una trampa imperceptible camuflada por el bullicio. Tomé agua para ganar algunos segundos. ¿Acaso el destino me estaba acercando sigilosamente a las cumbres de mi desvelo?

- Ahí traen el postre – anunció
Después del postre, trajeron unas copas de champagne, brindamos y esperamos el café sin decir demasiado. Todos estaban bastante borrachos y gritones y ya nadie sabía muy bien cuál era el motivo que nos había amontonado en aquel restorán. Sabíamos que éramos todos empleados de la misma editorial pero no mucho más. Las editoriales son lugares extraños. Básicamente son espacios de sufrimiento y desprecio. La gente cada vez lee menos, entonces las editoriales cada vez publican menos. Los escritores establecidos las detestan porque suponen que las editoriales los estafan y los potenciales escritores las aborrecen porque les es prácticamente imposible editar con ellas. Pero anoche estábamos festejando nuestra fusión, con otra editorial, cosa que me resultaba bastante incomprensible y deprimente, porque nadie estaba completamente seguro de no estar alzando la copa alegremente, por nuestra futura desaparición. Las fusiones son iguales a las guerras: inevitablemente habrá víctimas. Pero al fin de cuentas una cena gratis bien valía semejante desquicio. Comer, tomar, no pagar. Quizás una buena mujer cada tanto. Pero no se puede pedir mucho más en la vida. Y yo estaba por tener todo aquello en una misma noche. Me pellizqué la mano y pegué un salto.

- ¿Qué hacés? – me preguntó Marina
- Nada, me pica. ¿Esto ya fue no?
- Me parece que sí
- ¿Vamos?
- Viniste con el auto
- Sí
- Bueno, vamos

Cumplimos con la interminable ronda de saludos y salimos a la calle. No voy a describir a la noche, porque es una boludez. Para el que nunca vio una noche, la cosa es simple: generalmente la noche es oscura. Igual a la de anoche. Caminamos unos pasos y me dijo:

- ¿Dónde tenés el auto?
- Acá a la vuelta ¿querés que te lleve a upa?
- No podrías, así que no te hagas el canchero. Comí de más, estoy que reviento
- No comiste nada. Estás perfecta
- Tengo que cuidarme, a veces me siento vieja. Miráme las manos – dijo extendiéndome su mano izquierda.

Me detuve. Agarré su mano y comencé a escrutarla pasando suavemente mi pulgar por su piel. ¿A quién le interesaba si se estaba poniendo vieja? Pude sentir su respiración apresurada dejando huellas en el ir y venir de su pecho insipiente. “Marina” – pensé.

- ¿Qué? – me preguntó
- ¿Qué, qué? – le pregunté
- Dijiste Marina – me dijo soltando mi mano
- ¿Yo? – “la puta que me parió”, pensé
- Sí. Marina, dijiste. Despacito, pero lo dijiste. Como susurrando.
- No sé, ni me di cuenta. Tenés las manos perfectas. No tenés ni una manchita.
- Pero tampoco están tersas. Estoy preocupada por el paso del tiempo.
- Estás loca Marina. Miráte. Estás, estás, ¿vos viste lo que son las minas de la oficina?
- ¡Pero tienen todas más de sesenta años!
- Bueno, pero no tiene nada que ver. Los llevan para el culo. Vos la edad que tenés la llevás increíble. Además Mónica no tiene sesenta.
- Sesenta y uno
- No te puedo creer. Sesenta y uno…no parece.
- ¡Ves! Yo no voy a llegar así a los sesenta y uno.
- Marina – le dije
- ¿Qué?
- Estás divina – le dije tomándola de los hombros y llevándola contra la pared.
- ¡Qué hacés! ¡Te volviste loco! ¡Pará! ¡Pará!
- Bueno, bueno, esperá, disculpame, disculpame
- ¿¡Pero qué te pasa!? Estás loco – me dijo empujándome - ¿Cómo vas a hacer algo así? Vos lo conocés a Franco…
- Ya lo sé, ya lo sé, pero no sé qué me pasó. Estás tan linda hoy, y en un momento cuando salió el tema de Franco me dijiste que necesitabas pensar, y no sé, pensé que…
- Manu…
- Ya sé, ya sé, perdoname. Te lo pido por favor, perdoname. Vos y yo trabajamos juntos desde siempre y esto, no sé, no sé en qué estaba pensando, soy una bestia.
- Manu escuchame.
- Te escucho, pero perdoname
- Escuchame. Cuando te dije que necesitaba pensar no me refería a lo que vos crees. Con Franco está todo bien. Mejor que nunca. Por eso no me fui a París. Me quedé para hacerme unos estudios para ver si puedo quedar embarazada sin problemas. ¿Entendés porqué me preocupa el paso del tiempo? – me preguntó posando su mano en mi mejilla
- Marina, perdoname. Me siento un pelotudo.
- Todos hacemos pelotudeces. No te vuelvas loco. Vamos que hace frío.

No pude decir nada más. Sentía náuseas y mareos repentinos. “Y esta boluda quiere quedar embarazada”, pensé. La noche se hizo más oscura que cualquier otra noche que yo recuerde y solo se iluminó cuando encendí las luces del auto. Manejé callado y ella no me habló. No había mucho más que discutir. Cosas como estas solo las arregla el tiempo. Cuando se bajó nos dijimos “chau” y ella me dijo “gracias”. Sin besos de despedida ni sonrisas relajadas. Esperé a que entrara en el edificio y arranqué despacio, como con vergüenza. Después de unas cuadras me animé a sonreír. “¡Qué boludo!”, pensé y apreté el acelerador. Cuando llegué a casa me serví un whisky, agarré los cigarrillos y me tiré en el sillón a fumar, a tomar y a pensar en lo que había pasado. Pero la verdad es que en lo único que podía pensar era en las tetas de Marina. Así que me levanté, me encerré en baño y pensando en ella, me hice una buena paja. Al principio, mientras jugueteaba, ahí sentado en el inodoro, el patetismo de mi imagen me hizo entender que siempre se puede llegar más y más abajo. Pero después, como siempre pasa con las pajas, no me importó más nada y me dediqué a disfrutar, a soñar. La idea de Marina y sus tetotas todavía estaba fresca en mi memoria y no iba a dejarla escapar así nomás. Me revolqué con ella, rasgué su ropa y marqué su piel. Besé, acaricié, chupé, mordí, hurgué y grité mientras acabábamos abrazados, cómplices y desesperados como dos esclavos romanos antes de ser arrojados a los leones. Fui feliz y ajeno a la vergüenza entre aquellos fríos azulejos testigos de mi soledad. Mi mano empapada de tibio semen siguió autómata, pulsando y agitando hasta que nada de mí quedó por salir. Estaba seco y agitado. Un ermitaño sin nadie con quien poder hacer realidad aquella fantasía. Cuarenta años de vida para acabar prisionero de la histeria y de la frustración. Cuarenta años de vida sin el deseo de ver un nuevo amanecer atormentado por el recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue. Me lavé, pero no fue suficiente, así que abrí la ducha y me arrojé bajo la lluvia. El agua hizo lo mejor que pudo intentando barrer los desperdicios de una noche antipática, sin embargo algunas partículas estaban demasiado aferradas a mí y ahí se quedaron.
¿Cómo sería el día de mañana?, me pregunté hace un rat? ¿Cómo sería hoy? ¿Hoy? ¿Ya es HOY? No sé cómo voy a mirarla a los ojos, no sé cómo voy a saludarla, no sé cómo voy a lograr que deje de pensar las cosas que piensa de mí, no sé. Probablemente las cosas vayan cediendo una por una a su debido tiempo. Quizás la invite a tomar un café, para intentar explicarle que en realidad…
No voy a explicarle nada.
No hay nada que explicar.
Ya fue.
Así que decidí ponerme a escribir para ver si podía llegar a alguna conclusión, pero por lo visto esta tampoco es la solución. La cagada ya está hecha y ahora hay que ver cómo remonto la cosa. Por lo pronto, voy a parar acá, voy a servirme otro whisky y mañana será otro día. Quién te dice que después de lo que pasó, termino ganando terreno. Después de todo, a todas las minas les gusta que un tipo se fije en ellas, o en sus tetas. Y tal vez, mientras yo me estoy dando manija cargado de culpa, Marina está soñando conmigo para despertar mojada. ¡Eso sí que es optimismo!

viernes, 4 de febrero de 2011

GRANOS!

Alejandra se bajó la bombacha, se acostó y abrió las piernas. “Mirá” – me dijo.

- ¿Y qué mierda es eso? – le pregunté
- No sé, por eso quiero que mires.

Así que me arrodillé y fui acercando mi cara lentamente, con cuidado, intriga y preocupación. Tenía algo raro justo en la parte superior de uno de sus labios. Como si le hubiera crecido un segundo clítoris. No hubiese estado mal después de todo. Si con uno gozaba como gozaba, con dos la cosa sería de antología. En fin. Despacio me fui haciendo lugar entre los pendejos para poder ver mejor, sin embargo la tarea era imposible. Simplemente no paraba de moverse y de lloriquear.

- ¿¡Qué hacés, qué hacés, pará, me duele!?
- Pero si apenas te estoy tocando
- Igual me duele
- No te quejes. Está claro que no te bañaste y yo no digo nada
- Boludo
- ¿Te bañaste?
- Boludo! No entendés que no me puedo ni tocar ¡ME DUELE!
- Ok, esperá
- ¿Dónde vas?
- Esperá

Salí de la habitación, fui hasta la cocina y me puse a revolver los cajones hasta encontrar lo que había ido a buscar. Una lupa. Eso debía vastar para observar mejor aquella repentina malformación. “¿Cuánto estaríamos sin coger?”, pensé. Me la había cogido hacía tres días y por lo que había visto me animaba a diagnosticar una veda no menor a los siete días… Diez días sin ponerla… De ninguna manera. Cuando uno empieza a coger con cierta periodicidad, el organismo se revela ante la posibilidad de la abstinencia. El amor y el cariño son cosas distintas que nada pueden hacer frente a la rebelión del orgasmo reprimido. Por eso es imprescindible buscarse mujeres saludables, que siempre estén dispuestas a echarse un polvo sin que ninguna dolencia se los impida. La salud y la fidelidad son dos caras de una misma moneda. No lo habrá dicho Mahoma, pero es verdad.

- ¿Qué estabas haciendo? – espetó
- Estaba buscando esto. Abrí – le ordené
- Me duele mucho Manu
- Abrí, haceme caso
- No me toques
- No te voy a tocar
- Jurámelo
- ¿Porqué en lugar de romperme las pelotas, no te sentás y mirás lo que hago?
- No puedo, me da impresión
- Bueno, entonces calláte y dejame mirar

Acerqué la lupa tratando de hacer foco. Era un lupa vieja, pero confiable. Sonreí. Menos mal que lo que estaba viendo era producto del aumento. De otra manera mi modesto compañero hubiera sido incapaz de llenar aquel pozo gigantesco. Cosa rara la concha. Peluda, olorosa, arrugada, irresistible. Aún herida, la concha de Alejandra me excitaba irremediablemente. Podría decirse que ya no era “su” concha. Era mía. Me gustaba estar ahí adentro bombeando como un caniche, observando sus expresiones, tratando de adivinar el secreto que desencadenaba semejante placer, en aquel cuerpito diminuto.

- La verdad, no sé qué decirte. Un pelo encarnado no es. Un forúnculo tampoco, o sea, no veo punta de pus, ni nada.
- Pero algo tiene que ser.
- Es un bulto, un bultito, como cuando te pica un mosquito. ¿No te habrá picado un mosquito en la cajeta? – me reí
- No seas idiota ¿querés?
- ¿Y qué sabés? Ayer estuviste tomando sol en la terraza.
- ¿Y justo ahí me va a picar un mosquito?
- Si yo fuera mosquito, me tiro de cabeza, no tengas dudas
- ¿Porqué no te tomás nada en serio? Me estoy volviendo loca. Me pica, me duele. No puedo ni caminar. Camino como si me hubieran roto el culo.
- Imposible
- Manu!
- Ale!

Volví a inclinarme con mi lupa en la mano y observé con más cuidado. Acerqué la lupa lo más que pude casi hasta chocarme con la inflamación, e instintivamente largué la lengua como un sapo hambriento.

- ¡Ayyyyyyyyyyyy!
- Perdoname, perdoname, perdoname, por favor, me tenté.
- ¡Estás enfermo! Salí! ¿¡Cómo me vas a hacer una cosa así!?
- ¡Pará, pará, pará! Mirá!
- ¡Salí, te dije!
- Mirá cómo se pone cuando gritás

Ale estiró la cabeza pero no pudo ver nada, entonces muy despacio fue acomodando su cuerpo sobre la cama hasta quedar sentada.

- No veo nada. Está igual.
- Tenés que gritar
- Me tocás y te mato
- No voy a tocarte, pero tenés que gritar. Al menos hace fuerza
- Si hago fuerza me duele
- Y claro, porque se hincha todo
- No me asustes
- No seas cagona, es un grano
- Y qué sabés?
- Y qué va a ser? Un tumor de concha?
- Puede ser cualquier cosa, un, un, un, no sé
- Un grano
- Pero me duele mucho
- Ya lo sé, pero es un grano y para mi hay que apretarlo
- Ni se te ocurra!
- Ale, no podés estar así. Estás histérica. Si haces fuerza y yo aprieto lo más probable es que salga todo.
- Me da miedo
- Prometeme que no me vas a pegar una patada
- No dije que te iba a dejar apretar
- Voy a apretar
- No
- Ok, entonces vamos a una guardia. Primero que nada, te van a toquetear todo el asunto. Los doctores tocan. Y después lo más probable es que aprieten. Pero antes de apretar te van a clavar una aguja en ese coso que tenés ahí para anestesiarte. Así que vos dirás. ¿Aprieto yo o te descuartizan los doctores?
- Vos porque no me querés llevar a esta hora a una guardia.
- Elegí
- No voy a elegir
- Listo

Agarré el control remoto y me tiré en la cama. Encendí la tele y empecé a cambiar de canal.

- No podés ser tan cruel
- Y vos no podés ser tan cagona. Además no quiero hablar más del tema. Cuando hay un problema se resuelve, y si no, se acabó. Se deja ahí. Así que dejáme en paz con ese grano de mierda.
- Vas a tener cuidado?
- Sabés que sí – apagué la tele, la besé en la mejilla y salté de la cama.
- Qué hacés?
- Voy a buscar alcohol y algodón

Fui hasta el baño y encontré todo sin problemas. Estaba ansioso y quería terminar con el maldito grano de una buena vez. Necesitaba reparar con urgencia a mi orgasmatrón si pretendía que todo volviese a la normalidad. Sin dudas aquello iba a doler como la mierda, pero era eso o pasar la noche en una guardia…
Volví a la habitación y ahí estaba Ale, sentada y con la cara colorada e hinchada, con las mejillas empapadas y un círculo de color amarillo sanguinolento entre las piernas.

- ¿¡Qué hiciste loca de mierda!?
- Ni en pedo te iba a dejar apretar a vos!
- Tomá - le dije estirando el brazo

Ella mojó el algodón en alcohol y sin dudarlo lo apoyó con fuerza. Los ojos parecieron salirse de sus órbitas y las lágrimas eran borbotones incontenibles. Se mordió los labios y respiró hondo. Repitió el procedimiento dos veces más hasta que la cosa dejó de sangrar. Cuando terminó, volví a acercarme y todo había cambiado. Ahora simplemente le quedaba un clítoris, y el otro se había transformado en un pequeño cráter vencido imprevistamente.

- ¿Te duele mucho?
- Me late, pero no me duele – suspiró aliviada
- Porqué no te pegás una ducha? Qué se yo, por las dudas, para que no se te infecte. ¿Podés caminar?
- Sí. Mirá – me dijo abriendo y cerrando las piernas sin problemas.

Después se paró y se encerró en el baño mientras yo me quedé recostado en la cama mirando incrédulo aquel manchón imperfecto de pus y sangre. Abrió la ducha y me la imaginé en pelotas bañándose. Inmediatamente un cosquilleo me invadió los huevos y sonreí embriagado de felicidad. Me empecé a tocar hasta que se me puso bien dura pero me detuve. Estaba cantando bajo la ducha y eso era una buena señal. Me desvestí y entré al baño.

- ¿Qué hacés? – me preguntó cuando me vio
- Vos seguí cantando

Me metí en la bañadera y la abracé. Cuando me sintió, bajó su mano y empezó a acariciarme. La agarré del culo y la traje hacia mi mientras ella no paraba de frotarme.

- No sé qué hacer – le confesé
- Y si no sabías qué hacer ¿para qué te metiste en esto?
- Porque estoy recaliente
- Yo también – me dijo antes de besarme y arrodillarse

La imaginación de las mujeres no para de sorprenderme. Apoyé mis brazos en la pared y puse mi cabeza bajo el agua. Estaba tibia y me sentí en el paraíso. Cerré los ojos y dejé que Ale trabajara a su ritmo, acariciándole la cabeza de vez en cuando. Le gustaba ir hasta el límite de su capacidad y una vez que la tenía bien adentro, hacía girar su lengua en círculos, deteniéndose solo para aplicarme pequeños mordiscones. No soy lo que se dice un “hombre de chupada”, pero dadas las circunstancias, no tenía demasiadas opciones. Al cabo de unos minutos no aguanté más y le llené la boca como a ella le gustaba. Se quedó ahí prendida amamantándose como un pequeño animalito y esperó a que saliera hasta la última gota. Después se incorporó lentamente, me besó y me largó un tibio chorrito de leche mirándome a los ojos. Tragué y seguí besándola. Aquel gusto amargo invadía su boca y su aliento. Traté de no pensar demasiado en eso y dejé que el agua de la ducha se filtrara entre nosotros para barrer con todo. Pronto volvieron los sabores de siempre.

- ¿Y vos? – le pregunté
- Yo estoy bien. Acabé con vos.
- ¡Cómo te gusta!
- Me encanta. Como Mc Donald´s. ¡Me encanta!
- Sigo con ganas de cogerte
- Quizás mañana
- Por favor
- Esperemos a ver cómo amanece la cosa
- Okey
- Ahora me gustaría pedir algo y comer en la cama mirando la tele

Nos secamos besándonos y toqueteándonos como dos chicos y pedimos unas empanadas. La revisé con la lupa una vez más antes de que se vistiera y todo parecía en orden. Esta vez, cuando le besé la herida, no hubo ni pataleos, ni gritos. De a poco todo estaba volviendo a la normalidad. Hermosa y saludable rutina.