viernes, 19 de octubre de 2007

INCOMPATIBLES

Me preguntó porqué se nos hacía tan difícil la convivencia y no supe que responderle. Supuse que simplemente hay personas capaces de lograrlo y otras que no.

- Somos dos egoístas – le contesté
- Yo no soy egoísta
- Sí, y yo también. Los dos somos egoístas
- Yo no soy egoísta
- Bueno
- Te lo digo en serio. No me contestes como a una loca
- No ves? Eso es ser egoísta. Ser incapaz de permitir que las cosas no sean como vos decís que son. No te considerás egoísta, entonces la mirada del otro no vale nada, por más que vea lo que vos no ves en vos.
- Y vos? ¿Porqué sos egoísta?
- Porque soy incapaz de serte fiel. Quiero cojerme a todas las minas que me cruzo y con la mayoría lo hago. Pienso en mi, en mi deseo y me cago en vos y en hacerte mal. Y no es que no te quiera, porque te amo, pero soy así; primero yo y después yo.
- Yo nunca me cogí a nadie
- Está bien
- Está bien?
- Qué querés que te diga? Gracias!
- No sé, pero “está bien”.
- Cris, yo me tengo que ir. Si querés a la noche la seguimos, no sé, ahora no puedo.

La besé en la mejilla húmeda, me di media vuelta y desaparecí. Estaba harto, de responder preguntas. Todos los días eran lo mismo, en plan de tratar de salvar la pareja y la verdad era que a mi ya no me importaba. Qué sentido tiene salvar algo que ya no tiene salvación. Esas cosas nunca resultan. Cuando una pareja está podrida uno puede maquillarla, pero bajo la superficie siempre prevalecerá la podredumbre. Por otro lado yo ya había comenzado a ser cruel con Cristina y sinceramente no se lo merecía, a pesar de que aquella crueldad me llenaba de placer. Verla llorar y suplicar lejos de conmoverme, me regocijaba. Sabía que le estaba haciendo daño, pero no podía evitarlo. El gran error había sido irnos a vivir juntos. A partir de ese momento todo había cambiado. Empeorado, mejor dicho. Por empezar dejamos de encamarnos todos los días, aniquilando el deseo. Antes, cada vez que nos veíamos nos echábamos un polvo. Un polvo al que habíamos estado esperando durante días y frente al cuál ninguna excusa tenía probabilidades de éxito. Conviviendo la cosa había cambiado. Cualquier pretexto era válido para apiadarse del otro y dejarlo para otro momento. Total ¿qué podía pasar? El problema es que cuando uno puede hacer algo teóricamente en cualquier momento, inmediatamente deja de hacerlo con frecuencia. Y así fue que de a poco fuimos cogiendo cada vez menos. Sin embargo yo, necesitaba mantener el deseo vivo y fue así que comencé a rodearme de amigas, compañeras y amantes capaces de motivarme constantemente. Ahora “esperaba” estar con ellas y no con Cristina. Cristina se había convertido en mi mucama, o más bien en mi esclava.

Subí al auto y marqué el número de Flavia, una pendeja millonaria que vivía en un tres ambientes en plena Recoleta. La mina estaba peleada con toda su familia, pero no se hacía problemas por nada. Tenía guita en el banco y todos los meses su papi, le depositaba una mensualidad que le permitía no tocar su dinero y hasta podía ahorrar unos cuantos mangos. Flavia iba al mismo gimnasio que yo y nos habíamos conocido en una clase de aeróbic. Tenía 28 años y era una máquina de coger.

- Qué estás haciendo?
- Nada, vení – me ordenó
- Estoy yendo
- Pero es tarde
- Se me complicó un poquito
- Otra vez esa boluda no?
- Fla…
- Qué pasa? Si es una boluda. Sabe que te venís para acá cada vez que podés y sigue rompiéndote las pelotas. Es una boluda o no?
- Un poquito – me reí
- Apurate Pablo, me estoy metiendo en la ducha. Te espero.

Aceleré como un condenado. Qué putas son las minas, pensé. Pensar que Cristina había sido igual. Adónde se había ido aquella Cristina? Adónde se había ido aquel Pablo? Ya no existían. Dejé el auto en la cochera de Flavia y subí. Cuando entré al departamento pude escuchar la ducha y la voz de Flavia cantando. Me desnudé. Ví un plato con varias líneas de cocaína servido en la mesita ratona y me metí una raya. Aleluya. Abrí la puerta del baño ahí estaba bajo la ducha, enjabonada, como una diosa escurridiza. La agarré de las tetas y comencé a besarla.

- Al fin llegaste hijo de puta. Viste lo que te preparé?
- Sí…estuviste cocinando….muy rico todo
- Ya le diste?
- Obvio negra
- No me esperaste, sos un choto
- En todo caso vos tampoco me esperaste a mi

Se rió y me metió la lengua hasta la garganta. Nos estuvimos toqueteando un rato, calentándonos pero los dos sabíamos que ni en pedo nos echaríamos un polvo en la bañadera. Demasiado dura e incómoda. Demasiado agresiva. Nos secamos y en pelotas fuimos hasta el living. Flavia se metió un par de líneas y yo terminé lo que quedaba. Pasamos los dedos por el plato, nos llenamos la boca de merca y nos besamos entumecidos lengueteándonos mutuamente, buscando restos de coca uno en la boca del otro. Fui al baño y cagué rápido. Cuando volví, Flavia estaba cocinando de nuevo.

- Ya está Fla…
- Un poquito más y listo
- Sos tremenda
- A vos también te encanta
- Justamente por eso. Aflojemos
- Vení

Y fui y nos quedamos ahí enroscados frente al plato, cortando líneas de distintos largos y grosores, con dedicación adicta y compulsiva. La merca tiene eso. Aunque trates de evitarlo, si la tenés cerca termina enredándote, acaparando toda la atención. Cuando quisimos acordarnos estábamos tan duros que nos costaba hablar. Serví dos whiskys con hielo para bajar un poco y al minuto tuve que servir dos más. Después nos tiramos en el sillón y pusimos la tele. Flavia quería seguir con la merca pero la frené a pijazos. Si había algo que le gustaba más que la cocaína, eso era la pija. La cogí fuerte, casi con bronca y ella gritó también con fuerza. Y mientras la cogía arrodillado sentí ella agarró un hielo y comenzó a pasármelo por el culo. Al principio sentí un poco de vergüenza pero no dije nada. Menos mal. Cuando finalmente logró meterme el hielo en el agujero conocí una nueva dimensión de placer. A los pocos segundos acabamos juntos, fuera de control. Me paré y fui hasta el baño a buscar una toalla goteando agua por el ojete. Me senté en el inodoro, hice fuerza y largué lo que quedaba del hielito. Hija de puta, pensé.

- Tomá, te llegó un mensaje – me dijo Flavia alcanzándome el teléfono - ¿querés un poquito más?
- No, a mi servime un whiskicito

El mensaje era de Cristina. “Me voy” leí en la pantalla. El estomago se me estremeció.

- Qué te pasa?
- Se va Cristina
- Y? Tan mal te hace? Si es una boluda
- Qué sabés vos?
- Tomá – me alcanzó el whisky

Flavia volvió sobre el plato y yo me quedé ahí tirado tomando lentamente tratando de entender algo de lo que estaba sucediendo. En la televisión estaban pasando una vieja película de John Wayne y me acordé de los Sábados de Súper Acción, de mi niñez en Berazategui y supuse que en esa época nadie me hubiera imaginado en pelotas, con el culo congelado y junto a una millonaria adicta a la cocaína a la que, a esta altura, le daba lo mismo estar conmigo o con un osito de peluche de Taiwán. Me paré y comencé a vestirme.

- Qué puto sos, ya te vas
- Me tengo que ir
- Te vas a ir a buscarla a esa forra no? Hija de puta de mierda
- Flavia, pará un poco…mirá cómo estás. Te está sangrando la nariz.

Le dejé mi pañuelo y me fui. Mientras bajaba me miré en el espejo del ascensor. Estaba cansado, ojeroso y con la barba crecida. ¿Qué estaba haciendo? Cristina me estaba liberando y sin embargo… Llegué al subsuelo y volví a tocar el octavo. A la mierda con Cristina. Era el pasado, un mal habito, una costumbre moribunda.
Abrí la puerta y ví a Flavia cortando unas líneas.

- Haceme dos. Gruesas y largas. Y después la cortamos
- Te quiero mucho

Flavia trabajó unos minutos y me dio paso. Me puse en cuclillas y esnifé las dos líneas, una por cada fosa nasal. Después me dejé caer otra vez en el sillón. Quedaba un poco de whisky así que lo tomé. Flavia terminó lo que quedaba en el plato y se vino conmigo. La película seguía ahí, prácticamente donde la había dejado.

- Qué buena que está esta merca – me dijo
- No empecés. Está buenísima pero basta. Vine a verte y lo único que hicimos fue tomar.
- No fue lo único que hicimos
- Ya sé, pero casi. A ver si entendés, estoy mal, ando raro y con esta mierda dando vueltas me voy a sentir peor
- Por el bajón
- Por el bajón, ya sé que va a ser terrible, me voy a querer tomar hasta el jabón en polvo
- Hagamos un porrito, para ir bajando. Yo también estoy re zarpada. No puedo quedarme quieta.

Fuimos hasta la habitación, nos tiramos en la cama y armé un fasito gordo, para compartir. Encendimos el aire acondicionado y lo fumamos con calma.

- El mes que viene me voy a Europa ¿querés venir?
- No puedo, yo “tengo” que laburar
- Me voy dos meses. Veníte, no seas tonto
- Fla, la gente normal trabaja. Yo sé que es un concepto que no dominás demasiado, pero te juro que es cierto.
- Qué pelotudo que sos! Yo sé lo que es trabajar. Yo trabajé con papá
- Bueno no te calentés. Te estoy molestando.
- Vení, por favor…vos sabés que yo te puedo bancar todo. Yo con vos la paso bien.
- Yo también la paso bien con vos, pero no puedo.
- Pensálo.

El porro nos ayudó a bajar y descansamos un buen rato metidos en la cama, tapados hasta el cuello. Ese aire acondicionado te ponía los pelos de punta. El teléfono nos conectó ferozmente con la realidad. Era Cristina.

- Te mandé un mensaje ¿lo viste?
- Sí
- Y cómo no me llamaste?
- Cortále – dijo Flavia
- Con quién estás? Con esa pendeja, ¿no?
- Cris
- Cómo no me vas a llamar, después del mensaje que te mandé? Cómo podés ser tan frío?
- Cris, ¿para qué me mandaste el mensaje? ¿para que te llamara o para avisarme que te ibas?
- Por las dos cosas!
- Bueno, ¿dónde estás?
- En casa
- En “tu” casa?
- No. No dije en “mi” casa. Dije en casa.
- Yo no entiendo más nada
- No puedo irme así nomás. Vos sabés que no puedo. Tenemos que hablar…
- Hace meses que venimos hablando..
- Jajajajaja, es una boluda – dijo Flavia
- ¿Qué dijo?
- Nada
- Que soy una boluda
- No dijo nada
- Yo la escuché
- Y si la escuchaste ¿para qué preguntas?
- Boluda! Te dije boluda!
- Pará Flavia!
- Boluda!
- Pará!
- ….
- Cris?....Cris?
- ….
- Sos una estúpida. Cortó
- Qué hacés?
- Me voy Flavia, me voy. La mina está mal y vos la bardeás como un animal. Al pedo
- No tenés que ir
- Tengo que ir, me siento para el orto.

Antes de llegar a casa compré un par de cervezas heladas. A Cris le gustaba la cerveza. A pesar de que el departamento estaba en penumbras, pude verla acurrucada en el sillón del living. Me acerqué y me senté junto a ella. Al lado del sillón había dos bolsos con algunas de sus cosas.

- Cris trae cervecita ¿querés?
- Sí – dijo sin levantar la cabeza
- Mirame Cris
- No. Estoy desfigurada. Estuve llorando desde que te fuiste.
- No vale la pena Cris. Mirá lo que somos. Somos un desastre.
- Yo te quiero
- Yo también te quiero, pero no alcanza
- Tiene que alcanzar
- No. Seguramente nos vamos a querer toda la vida, pero eso no quiere decir que podamos estar juntos.

Levantó la cabeza y me miró. Estaba desfigurada. Hinchada. Colorada. La besé y fui hasta la cocina a buscar un par de vasos y el destapador. Volví, serví la cerveza y le alcancé un vaso a Cristina. Tomó un buen sorbo. Lo necesitaba. Después se dejó caer sobre mi hombro y apoyó su mano en mi pierna.

- Yo ya no sé vivir sin vos Pablo. No puedo irme
- Cris, si no te vas vos me voy a tener que ir yo
- Pablo por favor, no me dejes. Todas las parejas pasan por este tipo de cosas. Todo el mundo tiene crisis.
- Es que yo no quiero crisis, negra. Quiero pasarla bien. Hacer lo que se me dé la gana sin dar explicaciones
- No podés vivir así
- Sí que puedo. Y no solo puedo. Quiero vivir así. No me interesa que puedan pensar que soy un desastre o un inmaduro. Me chupa un huevo. No quiero casarme, no quiero hijos, no quiero demasiadas responsabilidades en el laburo, no quiero estar todo el tiempo con una misma persona. No quiero nada de todo eso que seguramente querés vos.
- Pero qué tiene de malo amar a alguien y querer formar una familia? Tener un proyecto en común
- No tiene nada de malo y probablemente el anormal sea yo. Pero esta anormalidad me encanta. Me da libertad.
- No te entiendo
- Ya lo sé. Somos incompatibles.
- Hoy me dijiste que éramos egoístas. Acá el egoísta sos vos.
- No tengas dudas. Yo soy egoísta porque quiero todo para mí. Pero vos también sos egoísta porque me querés todo para vos. Y eso no puede ser.
- Vos la querés a esa pendeja?
- Me la paso por el culo Cristina. Por el medio del culo.

Después no dijimos nada más. Los dos estábamos cansados. Ella de llorar y de pedir explicaciones y yo de verla llorar y de dar explicaciones. Se lavó la cara y la ayudé con los bolsos. Quedamos en que durante la semana volvería a buscar el resto de sus cosas. Paramos un taxi y se fue. Antes de volver a mi departamento me quedé mirando como se alejaba el auto durante unos segundos. Cristina finalmente se había ido. Me duché y me tiré en la cama. No quería saber más nada de nadie. El teléfono sonó un par de veces pero no atendí. Era Flavia. Seguramente seguía enroscada en el plato, caminando de un lado al otro y hablando sola, construyendo cada vez líneas más finas y cortas, raspando con más fuerza el papel, pasándose los dedos por la encía y tratando de detener la hemorragia de su nariz inútilmente.

De alguna manera tenía que encontrarle la vuelta a ese viaje a Europa. Decidí dormir, descansar y volver sobre el tema al otro día. Pero en ese momento puse mi cerebro en off.

3 comentarios:

Senén dijo...

Se lee bien, atrapa, la secuencia esta bien lograda, de ese tipo de "fichas" si existen, lo que si es que - al menos para mi - esto no tiene un final bien realizado o es parte de una obra mayor.
Eso me ha surgido al leerlo.
Buen trabajo
Saluti tanti
Senén

AnaRKistaS aL PodER dijo...

esta temática está algo así como "fuera de mi alcance"...

con apenas 18 años, hay muuuucho del mundo adulto que no conozco.

Igual me gustó. Como dije en el comentario anterior, ese lenguaje totalmente anti-poético le dá cierto atractivo muy distinto a lo acostumbrado.

En fin, muy bueno.


saludoS.......

Anónimo dijo...

el otro día llegue de casualidad a este cuento, y me atrapo demasiado.. se parece demasiado a lo que estoy pasado ahora y seguramente ese es el motivo por el cual lo encontre, solo que yo soy pablo y una "cristina" es la que no me deja en libertad.
coincido con el comentrio anterior en eso del lenguaje anti-poético creo que lo hace mas interesante, la mayoría de los cuentos del tipo que leí siempre son demasiado melosos. me gusta como escribis

un saludo
Marité