viernes, 16 de julio de 2010

FLOTADOR

Se abren las cajas menos pensadas en los momentos más absolutos, y el presente se confunde en un millón de dudas inesperadas. Abris los ojos, te levantás y arrancás como si nada. En estado abstracto, camuflado en la perfección del camuflaje que te guarda la rutina. Hacernos fuertes es una tarea casi imposible. Ser mejores, directamente lo es. La crueldad y la mentira, naturalmente circulan por nuestras venas y solo cada tanto y en nombre de la conciencia las dejamos en libertad, pero no lo suficiente como para no poder pedir perdón. El perdón, sin embargo, es el rey de todas las falsedades, es como un monstruo, o un fantasma. No existe. El perdón solo nos ayuda a discriminar entre aquellos que nos hicieron daño, y aquellos que nos dañarán en el futuro. Es una guerra interminable hermano. Y no hay armadura que resista. Abrí una botella de vino y embriagáte de olvido y autoindulgencia, y cuando te estés tambaleando entre hoy y mañana, encerráte en el baño y miráte al espejo. Recién en ese momento vas ver lo que generalmente permanece oculto. Toda tu tristeza y decadencia, toda tu esquizofrenia y fealdad se van a desplegar como las plumas de un pavo real, frente a tus ojos. Vomitá y metéte en la cama y si ella aún sigue ahí, aferráte a su culo con fuerza, como si fuera el único pedazo de madera después de un naufragio. Y quizás, si el viento cambia durante la noche, mañana amanezcas un poco más cerca de la orilla.

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