lunes, 16 de agosto de 2010

DE BARRO Y ARENA

Estoy salpicado de la puta mierda de los indecentes que suponen que tienen corazón.
Esas personas sin complejidad, hartos de fracasar,
sin autocrítica ni energía para hacerlo mejor.
Mediocres que creen tener el derecho a mediocrizarlo todo.
Ajenos al esfuerzo, siempre listos y dispuestos a abrazar las debilidades, las perversiones, lo deforme.
El éxito es una mala palabra para ellos.
El dinero una aberración.
El lujo una ofensa.
Y se juntan y fuman y hablan rascandose sus barbas, y suponen que pueden cambiar algo de un mundo que ni siquiera comprenden.
De un universo que derrivó hace tiempo los viejos muros del temor, el odio y la vergüenza.
Pero siguen y siguen y siguen.
Bocas llenas de palabras vacías y falsas.
Y definen "dignidad" sin conocer los efectos de lo indigno, sentados en un café con sus morrales colgados en los respaldos de sus tronos de madera.
Monarcas de barro y arena.
Revolucionarios sin furia.
Filósofos fisurados.
El tiempo y el espacio son la prueba de lo absurdo que resultaron sus oportunidades perdidas.

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