Las piedras con las que llenaste mi estómago, aún permanecen intactas
Y el peso de los años transcurridos, no hace más que atragantarme con tu recuerdo
A veces me pregunto si estarás muerta, y sonrío.
¿A qué le temo entonces, si ya nunca más voy a cruzarte en mi camino?
Pero es una pregunta sin respuesta, como esos enigmas que ya nadie puede descifrar
Una lengua muerta, una esfinge sin historia, un cancionero sin autor
De vez en cuando intento hacer el esfuerzo de olvidarte, pero al rato me doy cuenta…
Yo ya no sería el mismo sin vos ocupando una parte de mi vida
Cambiaría en forma determinante, y comenzaría a ser un extraño hasta para mi mismo
Todas aquellas noches, perdidos en nuestras conversaciones
Todos nuestros ideales enfrentados e incapaces de aniquilarnos
Todas las esperas en la puerta de tu edificio, parado en la vereda, soportando el viento
Y la bruma y la marea y el frío, tan solo para abrazarte una vez más antes de despedirme
Siempre estuviste más allá de mí, sabiendo cosas que yo ignoraba o no era capaz de comprender.
¿Cómo fue que pretendí encarcelarte, domar tu alma brava, apañado únicamente por la excusa del amor?
Hoy todo me parece tan ridículo, tan infantil y antojadizo. Soy un hombre, soy un hombre, soy un hombre, me repito, mientras tiemblo como un chico, a cada paso
¿Serías aún capaz de protegerme si estuvieras aquí? ¿O yo te sería totalmente indiferente?
Tus ojos de barro, tus manos pequeñas, tu risa imposible, nunca me abandonaron.
Y mientras escribo lo confirmo, y soy como esos locos que gritan por la calle, todos los días lo mismo, todas las noches igual.
Como si en la locura fiel, existiera algún tipo de felicidad perfecta, de la que les es inadmisible escapar.
jueves, 30 de septiembre de 2010
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