lunes, 6 de agosto de 2007

UNA MALA NOCHE

Llené el bolso con la poca ropa que pude juntar mientras ella no paraba de gritar histérica entre llantos y reproches, y me escapé del frente de batalla casi ileso. Solo un par de bofetadas y algunos escupitajos. Nada que un buen hombre no pudiese superar.
Algunos vecinos se asomaron al palier para saborear mi derrota. Todos me odiaban y yo los odiaba a todos. Eramos una manga de patéticos fracasados resentidos sin los huevos suficientes como para armar una buena revolución en contra del sistema, con lo cuál terminábamos en la de siempre, pobres contra pobres, idiotas contra idiotas.

Era una noche cálida y la ciudad estaba a pleno. Los travestis ya estaban mostrando lo que tenían y los cartoneros andaban por todos lados como hormigas hambrientas, revolviendo la basura del resto de los insectos. Los vagabundos y los linyeras estaban pegando un último trago al tetra y los insomnes continuaban caminando quién sabe hacia dónde.

La verdad era que no tenía adonde ir. Así que caminé hasta Zeus, el prostíbulo más cercano y entré. Ahí todos me conocían bien. Fui hasta la barra, pedí un whisky y me quedé mirando mi cara en el espejo. Detrás de mí dos chicas se la estaban chupando una a la otra en una posición desconocida para el resto de la humanidad. Contorsionándose como dos víboras calientes, lamiendo y succionando. Dos bestias hermosas. Antes de darme vuelta continué observándome durante algunos segundos. La vida me estaba ganando por goleada, pensé. Cómo es que uno va llegando a lo que va llegando? Cómo es que uno no tiene la capacidad de tomar las decisiones correctas? Sequé el vaso y pedí otro whisky antes de decidirme a disfrutar el show.

De pronto se subió al escenario aquel presentador…un verdadero hijo de puta insoportable para cualquiera ser vivo que se preciara de tener al menos una mínima porción de cerebro activa. Era un tipo despreciable. Gordo, con el pelo por los hombros, sudado, sucio, grasoso y siempre con un habano barato en la boca. Una rata.

- Laura y Marcia! – Gritó. Gritar era lo único que podía hacer. – Dos leonas con lenguas de oro! Laura y Marcia! Las chicas más viciosas de Zeus! Incansables a la hora de lamer…y de tragar todo lo que les pongan en frente! Miren, miren, miren esas bocas! A ver Marcia, querida, date vuelta – Marcia obedeció – y ahora vos, Laurita tomá este cinturón.

El Gordo asqueroso le arrojó un cinturón con una enorme pija negra que sobresalía como un sable. Laura se lo ajustó y se puso detrás de Marcia. Marcia tomó sus nalgas y las abrió de par en par como si fueran dos puertas bien aceitadas. Laura se acercó sosteniendo aquella cosa monstruosa y apoyó la punta sobre el culo de Marcia. Marcia empujó su cuerpo hacia atrás e hizo desaparecer la punta como en un truco de magia. Laura comenzó a bombear, lentamente.

- Yo se los avisé, estas chicas no le hacen asco a nada! Vamos Laura! Dale con más fuerza, con más fuerza! Qué coma, que coma, que no se quede con hambre! – gritó el Gordo.

Entonces Laura empujó con más fuerza metiéndole todo adentro. “La desgarró toda”, pensé. Marcia ni siquiera parpadeó. No podía ser cierto. ¿Las conchas tendrían límite?


- Qué par de putas – le dije al barman
- De eso se trata – me respondió - ¿otro?
- Otro
- Así, así, así! Todo bien adentro como el gusta Marcia! Pero después de esto hay que ser muy macho para animársele a semejante morcilla!
- ¿Cómo tienen a este tipo acá adentro? – le pregunté al barman – Hace años que vengo acá y siempre me pregunto lo mismo. ¿Cómo es posible que un pelotudo como ese trabaje en este lugar? Es un impresentable.

El barman me llenó el vaso y me miró sin decir nada. Después de todo ¿qué pretendía yo? Hablaba y me quejaba como si estuviera en el mejor puterío de París. Probablemente el Gordo trabajaba a cambio de un polvo con la puta más vieja y gastada del lugar. No era tan mala opción. ¿A quién no le gustaría trabajar una temporada en un prostíbulo? No en cualquier trabajo las empleadas andan chupandose la concha entre ellas y echándose polvos por todos los rincones. Aunque pensándolo bien, no es algo tan poco usual…

- ¿Me invitás algo para tomar? – me preguntó una mulata que respondía al nombre de Bambú.
- Ni loco. En todo caso después veo si subimos juntos. ¿Cómo está hoy?
- Muerto. Los martes son los peores días. Es el día de los pajeros. Vienen, se sientan, miran un rato y se van. Vienen todos los secos.
- Invitame algo, no seas malo – apoyó su mano en mi pierna
- Rajá de acá.
- Boludo
- Puta!

La negra estaba buena, pero no andaba de ánimo para relaciones interraciales. Además las negras siempre me habían inhibido. No sé porqué, quizás por suponer que genéticamente están predispuestas a tener mayores expectativas a la hora de tener sexo.

Ahora Marcia tenía puesto el cinturón y Laura estaba sentada sobre ella. Las dos enfrentaban al público. Laura subía y bajaba mientras Marcia le masajeaba las tetas y le chupaba el cuello. Qué bien que estaban las dos! Mujeres así no podían ser otra cosa que putas. Era imposible imaginarlas en una oficina, o dando clases en una escuela. Eran verdaderas profesionales.
Entonces apareció el Gordo con una botella de champán y la vació sobre las chicas. Marcia se encargó de frotar la bebida sobre todo el torso de Laura que, con los ojos cerrados y la lengua afuera simulaba placer y sed.

- Motívense muchachos, pidan champán, pidan una chica y hagan este sueño realidad! Y si no les alcanza para el champán…ya saben qué hacer, jejeje!!! Vamos Laurita, seguí, seguí! Ahí va, muy bien, muy bien! Un aplauso, un aplauso a las chicas, por favor!

Algunos pocos aplaudieron. Los más idiotas gritaron y chiflaron con borracho entusiasmo. Yo estaba dentro de ese último grupo.

Laura y Marcia saludaron y desaparecieron.

- Esas dos trabajan? – le pregunté al barman
- Más vale
- Servime otro

Lo sirvió, le pagué y me quedé sentado. Esperando a Marcia. O a Laura. Me daba igual.

- Subimos? – era Bambú otra vez
- Salí de acá negra
- Boludo!
- Puta!

Un tipo que estaba en la mesa de al lado me miró y me dijo:

- Está buena la negra. Porqué no subís? No tenés plata o no venís mortadela?
- No sé. Debo ser trolo
- Yo ya me la cogí. Es un infierno. Tiene el culo más duro de todas las minas de acá.
- Cómo sabés?
- Estuve con todas. Una noche subí con cinco, pero la negra es de lo mejor que hay. Se mueve mucho, es inquieta. Es muy trabajadora. Ella solita cambia de pose. Es bien gauchita.
- Es buena – le dije
- Alguna vez te metió un hielo en el culo?

Lo miré sin decirle nada.

- Pedíselo, haceme caso. Tenés quince mangos? Me quiero tomar un whisky.
- No

El mundo estaba lleno de mangueros. Todos querían el dinero ajeno. Eran como una peste. Ese había sido el problema con Viviana. Se la pasaba todo el día frente al televisor esperando a que yo llegara para pedirme unos billetes. Y cuando se los daba lo único que se le ocurría hacer era meterse en el bingo. Ella creía tener método, y probablemente lo tuviera, sin embargo se trataba de uno que estaba destinado a fracasar incansablemente. Así que después de un tiempo dejé de pasarle dinero y entonces ella dejó de tener sexo conmigo, y eso había terminado con nosotros.

- Bueno, dame diez y listo.
- Si seguís rompiendo los huevos el hielo en el culo te lo voy a meter yo.

El tipo no molestó más. Estaba impaciente. Quería ver a las chicas para decidir con cuál quedarme. Pensé que tal vez podría subir con las dos. Hacía semanas que no estaba con una mujer y no daba más de hacerme la paja. Necesitaba un buen pedazo de carne. Sentir un cuerpo tibio junto al mío. Sí, probablemente me llevaría a las dos “y” a la botella de champán. Quería divertirme, pasarla bien, olvidarme de todo lo que no podía olvidarme, dejar de lado la tristeza y la desesperación al menos por un rato. De todos modos era mi dinero y me lo había ganado honestamente. Tenía derecho a hacer lo que quisiera con él. Estaba cansado de mantener a una perdedora vaga, asexuada y jugadora compulsiva. Terminé el whisky y fui hasta el baño. Un asco. Un verdadero pozo infernal con olores increíbles y el con piso cubierto por una capa de agua y orín. Estaba oscuro y tenías que andar adivinando por dónde moverte. Fui hasta un reservado y me puse a mear. ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Para qué había hecho la escuela secundaria? ¿y la facultad? Dios, pensé, qué buena meada.
De pronto alguien me tomó del cogote y me dio un golpe en el hígado. Las piernas se me vencieron al instante y caí arrodillado, con la pija afuera. Me agarraron del pelo, me tiraron la cabeza para atrás y me pusieron un cuchillo en la garganta.

- Agarrá los quince pesos! Lleváte todo. Agarrá la tarjeta de crédito si querés. Te prometo que no la denuncio hasta mañana a la tarde!
- Qué decís estúpido? Quién mierda te pensás que sos? Así que soy un pelotudo?

Era el Gordo. Juré que si lograba sobrevivir, mataría al barman. Inmediatamente supe que jamás cumpliría aquel juramento, así que me resigné.

- Calmate un poco. No ves que estoy borracho? Ni sé lo que digo.
- No te quiero ver más por acá. La próxima vez que aparezcas te mato.
- Ta bien, pero calmate.
- ¿Dónde tenés la billetera?
- Qué?
- La billetera, la puta que te parió!
- Acá, tomá, tomá.
- Y como hagas la denuncia de la tarjeta antes de mañana a la tarde sos boleta.

Me pegó un rodillazo en la espalda y desapareció. Cuando logré recomponerme me mojé la cara y salí del baño. Sentí que todos sabían lo que había sucedido ahí adentro. Marcia y Laura estaban en la barra con el Gordo y otro tipo. Los cuatro me miraron y sonrieron. Casi llegando a la salida me crucé con Bambú.

- Me invitás algo para tomar? – le pregunté
- Boludo!
- Puta!

Salí de ahí con mi bolso y sin un peso. Seguía siendo una noche cálida y los travestis, los cartoneros y los vagabundos continuaban desperdigados por ahí. Al menos ellos sabían qué esperar de la vida. Me senté en Plaza Italia y comencé a tocarme pensando en Viviana mientras observaba como pasaba la noche a través de los árboles.

FIN

1 comentario:

Senén dijo...

Creible, me dejó pensando en otro final - subliminales mensajes de películas de los gringos- donde el personaje vuelve, le mete cuatro cuchillazos al gordo, recupera sus cosas, lo deja muriéndose en una montaña de basura, se lleva a las dos trolas y las revienta a sexo.
Amanece lejos.
Saludos
Senén