lunes, 13 de agosto de 2007

VECINOS

Estaba borracho, cansado y para colmo el televisor había dejado de funcionar hacía más de una semana. La vida de un ser humano moderno sin un televisor es lo más parecido a una tortura que se me puede ocurrir. Silencio, paredes y tiempo para pensar en el pasado. La combinación perfecta para terminar con un pedazo de plomo en la cabeza. Y yo era un adicto a la vida, entre otras cosas. Así que me abrigué, terminé el vino que quedaba en el vaso y escapé.

Mis vecinos del 2º D, como todos los viernes estaban de fiesta. Ella era una especie de bailarina o algo así, y tenía el mejor culo de la cuadra. No sabía a qué se dedicaba él pero sin dudas era el tipo más afortunado de la cuadra. Sólo pensar que tenía todo eso a su disposición me ponía de mal humor. Como sea, aquel departamento tenía vida. La música no paraba de sonar y la gente desfilaba incesantemente. Gente joven, hermosa, seguramente con buenos trabajos y con esperanzas en el futuro.

La puerta se abrió y ahí estaba ella, con su culo y una bolsa llena de botellas vacías en la mano.

- Qué tal – la saludé
- Hola, hola ¿cómo estás? ¿querés pasar?

Me quedé callado, mirándola como a una aparición. La música estaba a un volumen intolerable, pero a nadie parecía importarle. La gente ya no hablaba. Simplemente se comunicaban diciendo “todo bien?”, “todo bien”.

- Dale, está lleno de gente y además nos va a servir para conocernos. Hace años que somos vecinos y ni siquiera sabemos cómo te llamás. Yo soy Silvia.
- Luis – le dije
- Pasás? – insistió haciendo un movimiento con su brazo.
- Ok – le dije

Aquel departamento era más grande que el mío. Daba a la calle y yo vivía en un contrafrente. Eso sí, “muy luminoso”.

- Chicos, chicos! Él es Luis, nuestro vecino

Sonreí suponiendo que eso sería suficiente, pero no. Uno a uno, los invitados se fueron acercando para saludarme. El primero fue el maldito suertudo esposo de Silvia.

- ¿Cómo estás? Que bueno que viniste! – me dijo como si me hubiera estado esperando - ¿Todo bien?
- Todo bien – le dije – “Es un idiota. Idiota pero suertudo” – pensé

Inmediatamente después comenzó el desfile de nombres, que ni siquiera intenté recordar. Distinguí unos cuantos buenos elementos, pero ninguno como el de Silvia. ¿Cómo había logrado tallarlo de semejante manera? De dar a conocer su fórmula, se haría millonaria. Me la imaginé frente al espejo encremándose el culo y diciendo: “seré pobre, pero soy única”.

- Querés algo de tomar? – me preguntó mi anfitriona.

Quise besarla y salir corriendo pero no pude.

- Hay cerveza?
- Vení.

Pasamos entre la gente y cruzamos el living hasta llegar a la cocina, que por supuesto, era el doble de la mía. ¿Quién había dicho que el dinero no hacía a la felicidad? Obviamente un tarado. La verdad es que no sé si la hará o no, pero no hay dudas de que lo que sí hace son cocinas muy espaciosas. Y eso es bastante parecido a la felicidad. Podías vivir en esa cocina. Digo, dejando la mesa diaria, aún había espacio para una cama de una plaza y un televisor. Muchas veces a lo largo de mi vida había fantaseado con la posibilidad de vivir en una pequeña habitación, tan sólo con lo indispensable. Por un instante volví a mi fantasía. De hecho, ya había encontrado el lugar indicado para poder concretarla. Contaba con las dimensiones y las proporciones necesarias para cortar toda relación con el mundo exterior. A veces la gente era insoportable realmente.

Abrió la heladera y el freezer y me las mostró. Una al lado de la otra. Una encima de la otra. Una verdadera orgía de malta. Otra fantasía hecha realidad. Quizás me había mentido y su verdadero nombre era Alicia y yo había sido invitado a conocer el país de las maravillas. Sólo tenía que desnudarse y ponerse en cuatro para que yo confirmara totalmente mi teoría.

- Te servís las que quieras. No hay problema. En el lavadero hay más.

Así que además tenían lavadero... decidí no pensar en eso y fui a mezclarme entre la gente con mi botella de cerveza en la mano. Ni bien puse un pie en el living noté dos cosas: el olor a marihuana y la espantosa música que estaban escuchando. Algún sordo había puesto a sonar un cd que versionaba temas de los Stones a ritmo de bossa nova. ¿Era necesario seguir facturando de semejante manera? ¿Acaso Mick Jagger no tenía suficientes castillos? Supuse que no. Me fui acercando al equipo de música reptando sigilosamente como una serpiente hambrienta. Cuando llegué a destino me encontré con dos putos con cara de culpables leyendo el book del cd.

- Te copan los Stones? – me preguntó uno
- Los Stones sí, pero esta mierda es insoportable
- Está bueno - insistió
- Es una mierda, pero si te “copa” déjalo puesto así termina cuanto antes.

El otro puto quiso agregar algo, pero para entonces ya le había dado la espalda. La cerveza estaba helada, como debe ser. Encendí un cigarrillo y me quedé parado esperando que alguien notara mi presencia. Me acordé de la película Volver Al Futuro, cuando Marty comienza a desaparecer en el escenario mientras cantan Earth Angel. ¿Me estaría sucediendo algo similar? Tomé cerveza y fume. Dos grandes inventos. El alcohol y el tabaco. El otro eran las gotas para la congestión nasal. Nadie sabía cómo lo hacían, pero lograban deshacerse de los mocos. Algo mágico. Por fin me vieron.

- Vos sos el vecino. ¿cómo te llamabas?
- Qué importa! ¿Querés cerveza?
- Bueno

Le pasé la botella. Era rubia, como de unos 29 años. Flaca y fibrosa. No parecía una mujer argentina. Parecía más bien Húngara o Belga. Con rasgos fríos y duros, casi masculinos. No era especialmente hermosa pero te atrapaba de alguna manera. Un gran defecto: era una tabla. Por lo tanto supuse que debería ser un infierno en la cama. Eso siempre sucede. Las mujeres sin tetas tratan de compensar su falta siendo amantes implacables.

- Dale, cómo te llamás?
- Luis. Viste que no importaba
- Yo soy Vero. Verónica – me aclaró y yo pensé “otro cerebro aniquilado por MTV”. (En fin, toda mujer que muestre interés debe ser bienvenida y en lo posible cogida “in several times”)

Nos quedamos sonriendo sin decir nada, uno frente al otro en una situación de lo más incómoda. Traté de recordar cómo debía hablarle a una mujer de menos de 30, pero no llegué a ninguna conclusión. Me sentí viejo y fuera de lugar.
¿Porqué había aceptado aquella invitación? De dónde había salido toda esa gente? A esa altura de la noche debía estar sentado en algún bar. Solo y feliz, sin poder articular palabra. Prácticamente había llegado al mismo resultado...
Para colmo esa música me estaba volviendo loco. Me imaginé a una pobre anoréxica parada frente a un micrófono al borde de la muerte. La frase “I can´t get no, satisfaction” había perdido su urgencia, su peligro, su verdadero filo. Sentí ganas de terminar con la raza humana. El mundo estaba repleto de gerentes de marketing sin una mierda que hacer.

- Disculpame – le dije
- A dónde vas?
- A mi departamento a buscar algo de música. Es indispensable que tu generación conozca el sonido de una guitarra eléctrica. Ya vengo.
- Voy con vos

Salimos. Entramos. Y ni bien cerré la puerta ella me empujó contra la pared y me besó. La abracé, le metí lengua y la agarré de su culo musculoso como un animal. Se apartó.

- ¡Qué haces nene! – me gritó - ¡No te confundas!
- Ah bueno! – le dije – No importa, ya sé que están todas locas. Vení, ayudame.

Le di algunas bolsas de supermercado y las llené con cds de B´52, Kiss, AC/DC, Ramones, Clash, The Who y obviamente algo original de los Stones. También puse cosas de los Eagles, de Fleetwood Mac y de Rod Stewart cuando se dedicaba a hacer algo más que tan solo dinero...
Verónica me miraba como si estuviese poseído por algún tipo de misticismo y en verdad, no estaba tan equivocada. El rock, el verdadero rock algo de eso tenía y lo estaba perdiendo en manos de productores negros y amantes del rap. ¿Qué el rap es el nuevo rock? ¡Que se vayan todos a la mierda!

Volvimos a la fiesta y encaré directamente para el equipo de música como un tanque de guerra. Me acordé del video de “I love it loud”. Los dos putos seguían ahí, embelesados con la anoréxica sin alma que ahora estaba destruyendo Brown Sugar.

- Permiso – los empujé
- Qué hacés? – me dijo uno
- Voy a sacar esta música maricona de una vez por todas. Parece una fiesta de Fashion TV
- Me parece que deberías esperar a que..
- Correte

En menos de quince segundos las paredes comenzaron a vibrar con Back in Black. Todos, absolutamente todos, excepto estos dos putos, aullaron y se pusieron a bailar.

- Ni se les ocurra sacar esto – les dije antes de irme para la cocina. Verónica me siguió. Abrí la heladera, saque una cerveza y la destapé con los dientes.
- Esperá – me dijo Verónica, y volvió a besarme.

La abracé, le metí lengua y la agarré de su culo musculoso como un animal. Se apartó.

- ¡Qué haces nene! – me gritó - ¡No te confundas! – volvió a decirme.

La agarré del cuello y le dije: “te cagaría a trompadas”. Le pegué un buen trago a la cerveza y salí. La gente saltaba y gritaba. Ya había solucionado el asunto de la música. Ahora tenía que resolver lo de la fumata. Empecé a caminar por ahí, tratando de oler algo, pero nada. En eso se me acercó el suertudo y me dijo:

- Todo bien?
- Todo bien

Desapareció moviendo la cabeza como esos muñequitos de torta. “Qué suertudo”! – pensé. Evidentemente en algún lugar de su inmensa idiotez guardaba un secreto que yo todavía no había logrado descifrar. De otra manera, lo suyo con aquel culo, era inexplicable. Otro tipo se me acercó y me palmeó la espalda.

- Muy buena música – me dijo – estuve revisando lo que trajiste. Excelente. Después ponete algo de los Clash.

Y se fue bailando sin esperar a que le contestara. Un gordo mofletudo se puso a tocar la guitarra imaginaria en medio de un círculo de improvisadas grupies que festejaban y aplaudían. Lo hacía bastante bien. Ese gordo sabía quién era Angus Young. Me sentí orgulloso. Dar clases era lo mío y esto era mucho más gratificante que tratar de enseñar las características de los distintos relieves de la Argentina a un grupo de granosos adolescentes sin interés en nada que no fuera hacerse su próxima paja.

Los putos estaban sentados con cara de espanto sin poder comprender cómo era posible que la gente bailara esa música. Seguramente sus culitos rotos preferían moverse con los Pet Shop Boys o Jimmy Somerville... Fui hasta el sillón y me les reí en la cara gritando “Back in Black”!!!!
Entonces uno me gritó:

- Rob Halfod también es puto!
- Sí, pero ustedes no cantan en Judas!

No sé qué intenté decirles con eso, pero algo tenía que contestarles.

Dónde mierda estaba la marihuana, por Dios? Volví a la búsqueda pero nada. Terminé la cerveza y fui a buscar más. Verónica seguía ahí. Estaba hablando con otra mina que estaba mucho mejor que ella. Me gustó de inmediato a pesar de su pelo anaranjado y el priecing que le colgaba de la ceja. Era desafiante y no tardó en demostrármelo.

- Vos la ahorcaste?
- Está loca, no le creas todo lo que dice
- Si te gusta eso, contá conmigo. Me encanta que me ahorquen...
- Ok. Andá a una ferretería, comprá una soga y vemos cómo hacemos. La ciudad está repleta de árboles.

Saqué seis o siete cervezas y las repartí entre la gente. Todos reían y agitaban los brazos. El gordo Young había dejado la guitarra para encargarse de la música. Los invitados le iban gritando sus preferencias y el gordo hacía lo imposible por complacerlos a todos. Recordé al gordo que pasaba música en el sótano del Alvear, en Marcelo T de Alvear y Talcahuano. Era un genio. Se sentaba en su banqueta junto a sus vinilos y no ponía una mala canción en toda la noche. Durante los lentos hacía uno de los mejores enganches que escuché en mi vida. Arrancaba con True de Spandau Ballet y la dejaba correr un buen rato hasta el momento de la frenada, donde quedaba colgada la voz del cantante y ahí nomás hacía entrar el saxo de Careless Whisper de Wham! Y así estuvieras bailando con un escobillón, ese enganche te rompía los huesos. Era como un flechazo certero del mismísimo cupido.

- Mirá la que armaste – me dijo Silvia – Se puso buenísimo
- Parece que se están divirtiendo...Te hago una pregunta. Ando con ganas de fumar...no sabés quién puede tener algo?
- Acompañame.

Me tomó de la mano y fuimos hasta una habitación. Una especie de oficina ocupada por una computadora, una biblioteca y papeles revueltos por todos lados. Abrió un cajón y sacó un porrito, bien armado, finito. Lo encendió, le pegó un par de secas y me lo pasó. Retuvimos la respiración durante unos segundos y volvimos a empezar.

- Este es el estudio de mi marido. Es diseñador gráfico.
- Ah... – volví a pegar una seca
- Y vos a qué te dedicas?
- Soy profesor de geografía.
- Mirá si te ven tus alumnos en este estado?
- Te aseguro que me han visto mucho peor.
- Te gustan los chicos.
- Prefiero a las chicas.

Otra vez sentí ganas de abrazarla, besarla y salir corriendo, pero me acobardé. Sabía que era un cobarde y no me parecía mal. Era la única manera de mantenerme vivo que conocía. Un verdadero evasor. Salimos de ahí. Seguí su culo lo más que pude, pero terminó perdiéndose entre la muchedumbre. Me quedé fumando en un rincón, observando. Así debería ser la vida. Un montón de placer y diversión, sin nada más. El ser humano había hecho un estupendo trabajo complicando las cosas... la inteligencia había demostrado ser la característica más estúpida del hombre. De repente aparecieron los putos.

- Nos convidás? – me preguntó uno.

“Putos y fumones”, pensé. Después de todo tenía que admitir que poseían alguna virtud. Les pasé el porro y volví a concentrarme en la cerveza. Ahora sonaban los Clash y todos cantaban “me entra frío por los ojos”. Pude distinguir a Verónica al otro lado del living. La loca no dejaba de mirarme. Estaba con su amiga que movía las piernas como si estuviesen electrocutándola. Qué dúo!

Uno de los putos me pasó el poro y me preguntó:

- Vos qué preferís, el cielo o el infierno? – un verdadero fumón de cuarta. Pero igual le respondí.
- El cielo. El infierno ya lo conozco. – pegué la última seca, les pasé lo que quedaba y me escapé.

Esos dos eran como una gripe mal curada. Volvían y volvían. Supuse que soñaban con que un verdadero hombre les rompiera el ojete, pero esa noche no estaba de ánimo. Quizás después de unas cuantas cervezas más, no sería tan mala idea...
Me acerqué a la amiga de Verónica y me le quedé mirando como quién mira a un hiena. Era peligrosa. Se paró y la tomé del brazo.

- Vení, bailemos – le dije

Yo nunca había sido un buen bailarín, pero sabía moverme. Tenía ritmo. Así que me moví. El porro me había pegado bien y no podía dejar de reírme y de imaginar todo lo que le haría a mi nueva amiga. Verónica, ahora “me miraba”. Loca de mierda. Decidí no prestarle atención y disfrutar lo que la suerte me había puesto delante. Ella sí que sabía bailar. Cada una de sus articulaciones se contraía en el instante indicado, como si su cuerpo fuese una extensión viva de la música que iba sonando. Con Private Idaho de los B´52 se puso a gritar y a girar en una pata como si fuese una india bailando alrededor del fuego.

- A mi papá le encantaba esta canción. Siempre que la escuchaba se ponía a cantar. ¿Cómo se llamaba este grupo?
- B´52
- B´52! Eso, eso!!! Lo voy a llamar, le va a encantar.

Y siguió con su ritual mientras hablaba con su viejo, feliz. Yo estaba mareado y cansado. Tanta energía juvenil me había agotado. Estaba harto de la juventud. ¿cómo era posible que hubiera tanta desparramada por ahí, y que ni un poquito fuese para mi? A lo largo de mi vida había convivido con la juventud. Al principio con la mía y la de mis amigos. Después con la mía y la de mis alumnos. Pero ahora todo era diferente. Era un viejo en un mundo de jóvenes. Cada vez que les pedía atención o silencio en el aula, sentía asco y pena por mi. El paso del tiempo es peor que la muerte misma, y en una escuela secundaria a los únicos que les pasa el tiempo, es a los profesores. Los alumnas llegan y se van eternamente jóvenes.

La chiquita cortó, sonrió, abrió la boca y sacó la lengua para mostrarme su otro priecing. Era plano y redondo. Se acercó y me dijo:

- Y tengo otro más, pero “ese” no puedo mostrártelo acá.
- Querés cerveza?
- Ok.

Entré a la cocina y ahí estaba Silvia, agachada, vaciando algunos ceniceros. Esa era la Silvia que todos queríamos ver. Pensé que deberían obligarla a andar así por toda la eternidad. Agachada, mostrando ese culo con la misma solemnidad con la que se exhiben las obras de arte en un museo. ¿Cómo hice para no violarla en ese preciso momento? todavía es un misterio. Pero se los juro: hubiera valido la pena. Abrí la heladera y saqué dos cervezas.

- ¿La estás pasando bien? – me preguntó
- Genial
- Rico faso ¿viste?
- Todavía lo siento
- Otro día te toco el timbre y hacemos uno. A Claudio mucho no le va, pero no hay drama.
- Cuando quieras

Salí como un cohete para no terminar preso. Así que el suertudo se llamaba Claudio. Ahora me cerraban muchas cosas. Nadie puede ser piola llevando el mismo nombre que un gallo gigante, torpe y tartamudo, incapaz de someter a un pichón de gavilán. En ese momento recordé que Claudio, también era el nombre de un emperador romano, e inmediatamente deseché mi nueva teoría. En definitiva a este Claudio también había que reconocerle su poder de conquista. Maldito!

Busqué a mi chica y ahí estaba, bailando con un pibito. Me hizo señas apurándome y aceleré el paso hacia mi trofeo.

- Ay dame un poco de cerveza, me muero de calor.

Le pasé una botella.

- Los presento – dijo después – El es mi novio Esteban y él es Luis, el vecino de Sil.
- Qué hacés, todo bien? – me saludó el pibe.
- Todo bien – le dije
- Buenísima la música, te felicito. ¿Vas a tomar esa birra?
- No, no, tomá – le dije y le alcance mi otra botella.

Sin mujer y sin bebida en menos de un minuto. ¡Mucho menos! Me sentí despojado, triste, solo y aún más viejo. Necesitaba Kiss. Fui hasta el equipo y puse “Rock and Roll All Nite”, la versión en vivo, de Alive I. La evolución genética demostró ser fantástica: todos conocían la canción...¡sin conocerla! Eso mismo pasa con los Beatles. El ser humano ya nace con los Beatles como parte de su carga genética, como parte de su instinto.
Algún día iba a comprobar esa teoría y me iban a dar el Premio Novel y con el millón de dólares del premio, iba a organizar la fiesta más reventada en la historia del Río de la Plata. Alcohol, drogas, putas y un pelotón de fusilamiento. Y al final de la noche me haría atar a un poste con los ojos vendados y gritaría ¡Fuego!

Volví a la cocina y me encontré con Verónica. Tenía una cerveza helada en la mano y me la ofreció. Empezó bien.

- Gracias – le dije
- Te estaba esperando. Nadie toma tan rápido como vos. Vamos a bailar.

Fuimos y bailamos. Bailamos hasta que la gente comenzó a irse. Todos me saludaban como si fuésemos viejos amigos. De alguna forma estaban en deuda conmigo. Los dos putos se acercaron e intentaron besarme. Solo les di la mano, mirándolos con desconfianza. Nunca confíes en un hombre incapaz de sentir dolor al cagar.

Antes de desaparecer, el gordo Young, me hizo un favor de despedida y puso “One More Night” de Phil Collins. Después agarró a su chica y se fue.
Verónica, Silvia, el suertudo y yo nos quedamos bailando, en penumbras. Vi las manos del suertudo clavadas como garras en aquel culazo y me reí.

- Qué te pasa? – me preguntó Verónica
- Nada
- Le estás mirando el culo a Silvia.
- No
- Vamos

Sin decir nada desaparecimos dejándoles toda la escena a ellos. Por la ventana del palier vi que estaba amaneciendo.

- Te acompaño a tu casa – le dije

Pero Verónica no me contestó y otra vez me tiró contra la pared y me besó.

- Qué hacés loca de mierda!?
- Calláte

Así que otra vez metí lengua y le agarré el culo como un animal. Pero esta vez no dijo nada. Nos quedamos ahí franeleando hasta que el sonido del ascensor nos sobresaltó. Ya era de día y la gente comenzaba a despertar para cumplir con sus pequeñas rutinas domingueras. Comprar el diario, comprar las facturas, comprar la pasta y sacar a cagar al perro.

Pero yo, ese domingo, al menos “ese domingo” tenía otros planes.

Abrí la puerta de mi departamento y antes de dar diez pasos ya estábamos desnudos. Aquella primera vez con Verónica lo hicimos en el sillón del living.


FIN

1 comentario:

Senén dijo...

Muy bueno, muy bueno. Te digo con sinceridad que por momentos "senti" algo de Bukowsy, pero en rioplatense.
Interesante. Presentame a Silvia cuando puedas che, que vecinita!!
Saluti tanti
Senén