martes, 11 de septiembre de 2012

SISTEMA

Estamos jugados. Nos guste o no, esa es la verdad. Vivimos escapando hacia delante, sin embargo ella, la muerte, siempre está ahí sentada, agazapada, jugando al tatetí con cada uno de nosotros. Aquí no hay nada planeado, todo es una gran casualidad, un gran capricho. Random, por decirlo de alguna manera. Cada mañana me despierto pensando que ese será mi último día de vida. Es algo espantoso. Lo segundo que pienso es cuándo me eché el último polvo. A veces, este pensamiento es aún más espantoso que el otro. El problema es que esto es demasiado bueno. Demasiados buenos polvos, demasiadas buenas bebidas, demasiados buenos cigarrillos. No es justo que nos ofrezcan tanto para finalmente dejarnos sin nada. Quiero una prórroga. Necesito seguir dando vueltas por este laberinto de locura y desesperación. No puedo imaginarme en otro lugar que no sea este manicomio. Más allá de todo es lo único que realmente me preocupa. ¿Cuándo llegará la guadaña a mi cuello? Ni siquiera me pongo a pensar en el valor específico de mi vida. Quiero más risa, más música, más buenas películas, más diversión. También quiero menos trabajo. Eso es una mierda. Y la muerte es la única salida que presenta ese callejón. Hagas lo que hagas, siempre terminarás trabajando más para recibir menos de lo que te merecés. No hay truco posible. No hay atajo. Solo partirte la espalda día tras día para lograr que te depositen un poco de dinero en el banco. Solo el necesario para que puedas continuar en la rueda, pero no el suficiente como para que puedas abandonarla. Esclavos. Alguna vez soñé con ser millonario. A veces lo hago de vez en cuando, pero es inútil. Nunca tuve tanta suerte. El otro día, después de 20 años volví a encontrarme con varios compañeros de la secundaria. Y uno de ellos se había convertido en millonario. Y se pasó la noche hablando de sus autos y sus viajes y sus amantes y sus ex esposas, pero no dijo ni una palabra sobre cómo había hecho para tener tanto dinero. Nada. Ni una pista. Pero en un momento admitió que muchas veces, mientras manejaba, sentía que le iba a dar un ataque al corazón, y eso lo angustiaba porque creía que al final, nadie lo iba a extrañar lo suficiente. Pobre tipo. Solo un idiota puede tener semejante preocupación frente a la muerte. Mi preocupación es cómo hacer para no morirme, que también es una preocupación estúpida. Pero la idea de la muerte me resulta enloquecedora. No puedo evitarlo. Hace poco, bailando borracho en la cocina con la flaca, la abracé y le dije: “yo te sigo viendo como a la nena que eras cuando te conocí”. - A mi me pasa lo mismo con vos – me dijo. Y después me quedé pensando si alguna vez seríamos capaces de vernos y asumirnos como viejos. Ni siquiera me atreví a imaginar una respuesta. Es que más allá de mis deseos de inmortalidad está el deseo de no envejecer. La vejez me parece aún más cruel que la muerte. ¿Quién quiere ser viejo? Ver menos, escuchar menos, moverte menos, coger menos. Una miseria de vida. Después de trabajar durante 50 años a uno no le queda tiempo para el disfrute. Cuando dejás de serle productivo a la sociedad, cagáte encima y que te limpien el culo con una manguera. El ser humano ya no viene al mundo con el objetivo de preservar a la especie. Su único fin desde hace siglos, es preservar el sistema económico reinante. No está del todo mal, pero es bastante triste. No hay mucho más que decir al respecto, al menos por ahora. Estoy en la oficina y tengo que seguir trabajando. fin

No hay comentarios: