miércoles, 2 de junio de 2010

ASES

Al final no fue tan difícil sobrevivir al día de ayer. Sigo en pie, tengo trabajo y la resaca es historia. Creo que eso no poco. Después de todo no tenía muchas expectativas en cuanto a llegar al día de hoy, más o menos como ayer. Pero lo mejor fue que puede pasar casi toda la tarde navegando en Internet en busca de lencería erótica y equipos de música. Esas son mis dos grandes cuestiones hoy en día: Encontrar buenos corpiños para explotar al máximo las nuevas tetas de la flaca, y resolver el problema de mi puto amplificador que no para de distorsionar y toser como un motor viejo y destartalado. Cuando me lo vendieron, hace unos 4 años funcionaba perfectamente bien, pero después ya no hubo vuelta atrás. Hay ciertas cosas que simplemente dejan de funcionar. Mueren. El sábado me decidí, busqué las herramientas y en la mesa de la cocina lo abrí como si fuese capaz de comprender lo que sucede ahí adentro. Revolví los cables y de alguna manera llegué a la conclusión de que era necesario deshacerme de un par de ellos, así que sin dudar los corté. Al volver a enchufarlo sentí un pequeño placer muy parecido a la victoria. Ningún chispazo, nada de olor a quemado, ninguna vibración fuera de lo común. Entonces conecté la compactera, puse play y la realidad me metió una buena patada en las pelotas. Ningún sonido. Pero el tema está casi resuelto. Entre hoy y mañana el círculo de la vida volverá a concretarse. Algo muere, mientras otra cosa nace.

El asunto de la lencería es más complicado. Hay demasiadas ofertas, demasiadas posibilidades. No hay dudas de que las mujeres son un instrumento del demonio. Todo en ellas es maravilloso y tentador y si buscás un corpiño, estás acabado amigo mío. El corpiño es solo el primer eslabón de una cadena infinita. Sería el equivalente al porro en el mundo de las adicciones. Arrancás por ahí, pero nunca sabés dónde podés terminar. Pasé horas frente a la pantalla hipnotizado por disfraces, fetiches sado, dildos, vibradores a control remoto, catsuits y algún que otro corpiño. Pero la verdad es que todavía no llegué a ninguna conclusión. Cuando creo saber lo que quiero, veo algo nuevo y entonces tengo que empezar de cero. Ayer a la noche, cuando estábamos en la cama se lo comenté y me dijo que no me preocupara por los corpiños, que lo que estábamos necesitando era un nuevo cuchillo rebatible. ¡Hija de puta!, pensé. Tenía razón. El anterior se nos había roto hacía ya algún tiempo y yo siempre me olvidaba de comprarlo. Andábamos como dos boludos jugando con el mango, y la verdad es que no es lo mismo que tener el artefacto completo, con la hoja plateada y puntiaguda. Las mujeres son así. Saben cuáles son las prioridades. No pierden el tiempo. Son ases.

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